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Los ojos de la guerra

Los ojos de la guerra

David Beriáin y Roberto Fraile formaban «una pareja de baile perfecta para trabajar en el frente» y, sobre todo, «eran dos buenos tipos»

mikel ayestaran

Corresponsal. Jerusalén

Martes, 27 de abril 2021

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David Beriáin y Roberto Fraile, 'el artajonés universal' y 'el león de Babilonia', formaban una pareja de baile perfecta para trabajar en la línea del frente y, sobre todo, eran dos buenos tipos. Roberto, siempre pegado a su cámara y su paquete de tabaco. «¿No lo habías dejado?», le tomaba el pelo cada vez que se encendía uno. No, nunca lo dejaba. Hablaba muy poco, grababa mucho y tenía una calma inusual para desenvolverse en ambientes hostiles. Durante años combinó un tranquilo trabajo como cámara de la televisión regional en la delegación de Salamanca con su pasión por el reporterismo en primera línea y en lugares calientes. Esto le llevó a Irak en 2003, a Afganistán y a otros lugares hostiles, en aquellos días en compañía de su amigo Roberto Lozano, director vallisoletano con quien grabó películas como 'Los ojos de la guerra', que se estrenó en 2011. Los silencios de Roberto los llenaba David, con su fuente inagotable de anécdotas, su pasión desbordada y ese tono solemne que se le había puesto desde que se había dejado barba 'talibán', un auténtico talibán del periodismo nacido en Artajona.

En esa película, Lozano y Fraile nos juntaron a David, Hernán Zin, Gervasio Sánchez y a un servidor y nos acompañaron a cada uno a una cobertura. Con David y el fotógrafo Sergio Caro viajaron hasta Afganistán, con Zin a Congo, con Gerva a Bosnia y conmigo a Irak durante las elecciones de 2010. En ese viaje Roberto se ganó el sobrenombre de 'león de Babilonia' por los enormes ronquidos que emitía cada noche en su habitación del destartalado Hotel Palestina. Una tarde un coche bomba explotó no muy lejos del hotel. La explosión hizo temblar los cristales. Yo, 'segurola', quería quedarme unos minutos antes de salir porque a veces la primera explosión es un cebo para atraer a gente y luego llega una segunda. Roberto no podía aguantar ese retraso, quería salir pitando a la escena de la tragedia y grabarlo. Creo que se fumó un cigarro por cada minuto que pasamos en el lobby antes de salir disparados.

Con el paso de los años, nos fuimos encontrando en distintos escenarios como Beirut, tras el estallido de la guerra en Siria. Desde la capital libanesa yo cruzaba la frontera para ir a Damasco, a la zona bajo control del régimen. Roberto cogía mi chaleco y mi casco, mucho más ligeros que los suyos, y entraba de forma ilegal al país para cubrir frentes como el de Homs. Hacía las coberturas más increíbles y lo hacía como 'freelance' puro y duro, sin tener asegurado un cliente a quien vendérselo. Quería estar allí, en mitad del follón, a una distancia que su ojo pudiera captar y tener las imágenes que nadie tenía.

En el invierno de 2012, cuando estalló el frente de Alepo, fue uno de los primeros en plantarse en la disputada ciudad vieja para grabar los enfrentamientos entre el Ejército y los opositores armados. En esa cobertura se salvó de milagro cuando resultó herido por metralla. Le evacuaron de urgencia a un hospital turco y, cuando le dieron el alta, viajó a España a pasar la Navidad en Salamanca con su mujer y dos hijos. «¿Ya vale, no? Ahora tranquilidad y a grabar la cabalgata de Reyes», le dije cuando volvió a casa. «Ya veremos», respondió. El susto se le pasó pronto.

93 metros

Roberto era el cámara que David necesitaba para el equipo que estaba formando para dar el salto a la gran pantalla, el que era su gran sueño desde hacía una década y que acabó hecho realidad con la productora 93 metros. Esta era la distancia que separaba la puerta de la casa de su abuela Juanita de la iglesia de Artajona, porque David podía dar un millón de vueltas al mundo que siempre regresaba a su Artajona del alma.

El periodista navarro intentaba dar un paso más, su ambición periodística no tenía fin. Primero probó el periodismo escrito y pasó seis años en 'La Voz de Galicia', un diario con el que rompió las fronteras habituales del periodismo regional para saltar a la guerra de Irak, a donde entró escondido en los bajos de un camión por la frontera kurda. Del papel saltó a la pantalla, a dirigir y protagonizar series documentales y, con los años, se convirtió en uno de los rostros conocidos de DMax y Discovery International gracias a series como 'Clandestino' y a cámaras como Roberto, a quien no le temblaba el pulso. David era un líder nato y siempre pensaba en grande, en retos complicados y difíciles de alcanzar.

David Beriáin y Roberto Fraile.
David Beriáin y Roberto Fraile.

-'Vasco universal', ¿te acuerdas de lo que me dijiste una vez sobre que querías probar el género documental? Te llamo para que trabajemos juntos en una historia sobre espías en Israel y Gaza. ¿Te apetece?

La respuesta estaba clara, el contenido, no tanto. Nos conocíamos y nos respetábamos, habíamos coincidido en alguna conferencia en la Universidad de Navarra, protagonizado un documental como 'Los ojos de la guerra'. pero nunca habíamos trabajado juntos hasta ahora. El proyecto estaba muy verde, pero entre su cabezonería y el tesón de Fraile, un cámara tan desconocido para el gran público como reconocido por todos los que le vimos trabajar, no tardaron en convencerme.

-Parece que nosotros salimos para África a finales de la semana que viene -me escribió Roberto por WhatsApp antes de partir a Burkina Faso-. Si pudiéramos hablar miércoles o jueves antes de irnos estaría bien. Me cuentas.

No respondí. El trabajo, la presentación del libro, los niños, la pandemia. mil cosas en la cabeza y se me fue el santo al cielo.

-¿Qué tal, todo bien?, volvió a escribirme Roberto desde África.

Tampoco respondí al momento. Lo hice en la tarde del lunes, pero la dichosa 'v' del WhatsApp no se puso azul. A la mañana siguiente, me di cuenta del motivo y de que tendré que esperar a la eternidad para decir a David y Roberto que me daba vértigo meterme en un proyecto como el que me proponían y que lo veía «muy complicado». Una respuesta típica y cauta del 'vasco universal', pero fuera de lugar porque cuando a David se le metía algo entre ceja y ceja siempre se salía con la suya. Tarde o temprano, nos habríamos subido a un coche en Jerusalén para poner rumbo a los secretos de la inteligencia y contrainteligencia de israelíes e islamistas.

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