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Se terminó la temporada para el Valencia CF. Lamentablemente el sueño europeo se esfumó tras la derrota en Mendizorroza y se confirmó ante el Athletic. ... Y tampoco podemos rendir cuentas a nadie del vestuario; la segunda vuelta del Valencia CF ha sido de números europeos y la plantilla ha hecho un esfuerzo colosal de la mano del capitán del barco Corberán. Nunca sabremos qué habría sucedido si el técnico milagro hubiera aterrizado un mes antes en el Valencia CF, y mucho menos si hubiera tenido al equipo una temporada completa. De lo primero nunca tendremos respuesta. De lo segundo podremos hablar el próximo curso. Y, sobre el curso que se cierra mañana ante el Betis, estamos en semana de poner notas. Sin nada deportivo en juego, todo el mundo hace balance de la 24/25 justo antes de iniciarse el mercado de la 25/26. Que empezará lo que viene siendo la semana que viene, vamos. Y respecto a la plantilla -la misma que quedó última al final de la primera vuelta- no sé muy bien qué decir. Imagino que, como todos somos personas y nuestro rendimiento depende de nuestro contexto, el de la primera vuelta se volvió irrespirable entre derrotas, bajas, asunto Rafa Mir y un entrenador que no encontró salidas al torbellino.
Y, con el Valencia CF un año más en zona Meriton al cierre, poco hay más que decir; otro fracaso estrepitoso de temporada y otro cero a la nefasta gestión desde el club. Porque una cosa es el club y otra cosa el equipo de fútbol. Los resultados deportivos dependen de la gestión previa y no al revés. Y, si el Valencia CF era último de la liga al final de la primera vuelta, algo tendrá que ver Baraja -obvio- y mucho los que tenía por encima. Porque, en Valencia, hace ya tiempo que superamos la excusa facilona de echar la culpa al entrenador de lo que pasa. Cuando en más de una década han pasado dobles dígitos de entrenadores por el banquillo y el dueño de las acciones ha sido el mismo ya sabemos a quién señalar. Lim es único responsable -y culpable- de la mediocridad en la que ha convertido a este club centenario. Y no solo él; desde el impresentable de Peter, pasando por su expresidenta funcionaria y los lacayos locales en permanente genuflexión. El equipo de fútbol es el último eslabón de la cadena de desmontaje. Y ahora tenemos de presidente a un tipo que no ha aparecido por Mestalla desde que fue nombrado en el cargo cuyo principal aval para llegar a la presidencia es ser hijo del máximo culpable. Valiente currículum. Y en estos hay que confiar el próximo proyecto Valencia CF. Échense a temblar.
Y así llegamos a Corberán que, como todos sus antecesores, empieza muy bien en el cargo y todos son facilidades hasta que llega el verano. Le pasó a Marcelino, Bordalás, Javi Gracia, Baraja... Cuando se abre el mercado se cierra la caja. Y empiezan los problemas con el técnico, claro. Hasta el momento Corberán ha vivido la parte bonita de este maravilloso club de fútbol; la afición incondicional, los partidos en Mestalla y ser el director de operaciones deportivas sobre el césped. Ahora deja de mandar él. La pelota pasa a Singapur y el técnico pasa, de controlar cada minuto de la plantilla, a que todo lo controlen lacayos e incompetentes con los que no ha tenido que lidiar en los seis meses anteriores. Y es posible que Corberán, como todos los anteriores, pueda llegar a pensar aquello de 'a mí no me va a pasar'. Que se prepare. Él es nuevo en esto... pero nosotros no. Él se acaba de matricular en primero de Meriton y empieza el colegio ahora. Los demás estamos en décimo de esta carrera hacia el abismo.
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