El debate entre la libertad de la creación artística y la libertad de expresión y la protección de los derechos de las víctimas supervivientes en ... casos de crímenes atroces (por la violencia ejercida y la vulnerabilidad de las víctimas) no tiene una solución fácil, y los tribunales tendrán la última palabra. No obstante, es interesante analizar por qué la inminente aparición del libro 'El odio', donde Bretón toma la palabra y reconoce haber asesinado a sus hijos, ha suscitado un rechazo casi unánime, de tal modo que, aunque puedan lesionarse derechos iguales entre las víctimas de diferentes crímenes mediante la creación de un producto cultural (libro, serie true crime, etc.), no siempre la sociedad reacciona de igual forma. Por ejemplo, aunque hubo ciertos comentaristas que lamentaron la imagen que se presentó de la niña Asunta en el true crime de ficción que se estrenó con gran éxito hace unos meses, en general la serie fue estupendamente recibida, y no se le reprochó que comercializara el dolor de su asesinato.
Pero el asunto con Bretón es otro. Puedo decir sin miedo a equivocarme que la gente le odia porque estuvo años repitiendo un argumento absurdo acerca de que «perdió» a los niños y que él no los mató a pesar de todas las evidencias; por su voz estridente, sumamente irritante, por su mirada de lunático o poseído, por el calvario por el que hizo pasar a Ruth y a su familia y, por supuesto, por haber sido capaz de asesinar a sus dos hijos de tan corta edad. Dice el autor que quiso entrar en «la mente del asesino», y yo digo (sin haber leído el libro, esto es, me la juego desde ahora) que eso fue un propósito vano desde el principio, porque Bretón es un patán, un tarugo, incapaz del mínimo análisis interior que requiere discutir con cierta profundidad razones o motivos para su doble homicidio. Es tan torpe mentalmente (otra cosa es la astucia para matar) que incluso si quiso hablar para confesar su crimen en busca de beneficios penitenciarios al poco lo estropeó todo al lamentarse de que no fue capaz de hacer un mejor uso de la hoguera para hacer desaparecer todo rastro de su crimen.
Se ha comparado este libro con 'A sangre fría' (Capote) y 'El adversario' (Carrère). Nada que ver, y no me refiero al arte. Capote describió un crimen que inauguraba una nueva época: el crimen gratuito y psicopático en forma de intrusión en el hogar, y Carrère, sabedor que el asesino nada podía contar para esclarecer los hechos, los narró desde los que lo trataron, creando un personaje fascinante a partir de múltiples miradas. Este libro da la palabra a un sujeto que solo puede decir que no soportó que lo dejaran al margen. Ya lo sabemos. Lo hemos oído demasiado.
Da la palabra a un sujeto que solo puede decir que no soportó que lo dejaran al margen. Ya lo sabemos
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