Reflexiones en torno a un reflejo
A menudo la realidad es un juego en el que intervienen elementos fugaces que resultan imposibles de controlar
En el arte urbano se puede transformar un desconchado de una pared en una representación con formas humanas o animales, si se da el caso. ... Se puede convertir una puerta en una ventana o unos cables de luz y un transformador en una cara, aprovechando eso que se llama pareidolia, la capacidad de nuestro cerebro de ver rostros en muchos lugares, enchufes, grifos, nubes o montañas. También se puede jugar con otros elementos, como el reflejo de la fotografía que acompaña este texto. Lo que vemos en realidad es una mancha luminosa en una pared procedente de un cartel publicitario rectangular (que se deforma y se curva). A la vez, sobre la baldosa de piedra alguien ha pintado unos ojos y una boca. Ignoro si esta circunstacia es casual o intencionada, pero me parece una genialidad, toda vez que aprovecha una materia prima tan variable como un rayo de sol y que, obviamente, sólo ocurre en determinado momento del día, cuando el reflejo sobre el cristal del anuncia da forma a la cara sobre la pared. Y sea la construcción de este rostro sin querer o queriendo me parece una hermosa metáfora sobre la fragilidad de nuestra existencia, en el sentido al que se refería Marco Aurelio cuando decía que nadie deja atrás otra vida que esa que está viviendo y tampoco está viviendo otra que no sea la que deja atrás. Y en el sentido mágico en el que ocurren las cosas, porque aquí estoy, en una calle de Valencia fotografiando cómo ese sol todavía duro del otoño se refleja con fuerza contra un muro que contiene un simple boceto mientras pienso en un emperador romano que además fue un brillante estoico. Me diría, ante este caso, que no podemos controlar la realidad pero sí podemos tener el control de lo que pensamos sobre ella.
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