Faltan árboles y sombras
Medio centenar de peticiones vecinales no se equivocan. Valencia ha pasado de ser la ciudad de la luz de Sorolla a la que soporta un calor insufrible varios meses al año
De las 248 propuestas que han salido elegidas en los presupuestos participativos, medio centenar se han referido a la necesidad de plantar más árboles y ... de colocar toldos para crear zonas de sombra. Blanco y en botella, Valencia tiene un problema la mayor parte del año. Una cosa es ser la ciudad de la luz de Sorolla y otra muy distintas «socarrarse» de tal manera que no se puede ni caminar por las calles en hora punta solar.
Según la estadística, en Valencia hubo el pasado año más de 300 días de sol. De esa cifra, apuesto a que la cantidad de olas de calor fue también muy elevada. De ahí que las propuestas vecinales hayan ido por ese camino. Quieren (queremos) una ciudad más verde, con más refugios climáticos y zonas de sombra donde guarecernos cuando el calor pique y nos queme la piel. La botella de agua, el gorro y el palmito no parecen ser suficientes.
Esta cantidad de peticiones, medio centenar, debería hacer reflexionar al Ayuntamiento acerca de la conveniencia de aprobar un plan de choque en este sentido. Digo choque porque debe ser urgente e incluir el reparto por los barrios de fuentes de agua refrigerada.
En esto último, el camino se inició hace años, lo mismo que ocurrió con la zona de sombra diseñada en la plaza de la Reina por el arquitecto José María Tomás. A partir de ahí, ¿Tienen zonas de sombra los patios de recreo de los colegios? ¿Se puede plantar más arbolado en las calles de la ciudad? ¿Cuántos alcorques hay vacíos?
En todos los distritos se han producido estas peticiones: «Ajardinemos las plazas duras de Velluters» y «árboles en todas las calles del distrito del Ensanche» son algunas de las propuestas elegidas, aunque la palma se la lleva sin duda Extramuros. Hasta ocho peticiones de arbolado y una para que se coloquen toldos. ¿Qué ocurre en esa parte de Valencia? Merece una investigación más profunda porque no es normal una cantidad tan inusual de iniciativas que van en la misma dirección. Todos los vecinos de estos barrios quieren respirar mejor y tener menos calor.
Convertir la ciudad en un bosque tiene sus problemas. Los alcorques en las aceras molestan a los viandantes y lo ideal es bajarlos a la calzada, para alejar los árboles de las fachadas. Pero entonces se quitan plazas de estacionamiento. Y si se dejan en la zona peatonal sin adecuado mantenimiento, entonces la pérdida de tierra crea agujeros peligrosos.
No queda otra que trabajar y tomarse en serio el asunto, aguantando críticas vecinales de vez en cuando, hasta que el resultado valga la pena. Todos hemos turismo y hemos visto la diferencia de transitar por un barrio donde hay un arbolado denso y abundante de las calles donde la ausencia de verde es la nota dominante. En mi caso, la última vez que observé esa diferencia de temperatura fue en Madrid. Me gustaría que el diseño de todas las calles de Valencia fuera igual a lo que sucede en el barrio de Salamanca, donde hay hasta flores y plantas en los alcorques.
El Ayuntamiento presume de que el Cap i Casal tiene una media de metros cuadrados de zonas verde por habitante muy elevada. Hay que ir entonces al siguiente nivel, a ser los primeros. Eso sí que sería todo un triunfo. Más allá de los grandes proyectos, que también reivindico, tipo parque de Desembocadura o la necesaria recuperación de la huerta de la periferia, es más útil para los vecinos la «lluvia fina» de contar cada vez con más arbolado en sus calles aunque sea menos lucidor. Bajan la temperatura y les refrescan mucho más. Ojalá el próximo año no sean necesarias tantas peticiones de este tipo en los presupuestos participativos.
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