Un poquito más de ambición
¿No se podía haber aprovechado la construcción del carril bici en Tres Forques para reformarla por completo a la búsqueda del efecto 'bóveda vegetal'?
Paso casi a diario por Tres Forques, que aunque muchos valencianos no lo sepan es una de las calles más largas de la ciudad. Arranca ... en Pérez Galdós y llega hasta el nuevo cauce del Turia. Tres Forques se ha ido construyendo a trozos y en la década de los noventa fue objeto de un proyecto de reurbanización que sirvió para plantar arbolado en la mediana y darle una cierta continuidad estética a todo el trazado hasta llegar al tramo que va de Tres Cruces a la V-30, donde la mediana se transforma en mini paseo con las inevitables palmeritas. Todo el diseño, la planta viaria, es antiguo, de otro tiempo, y reclama a gritos una renovación en profundidad. Ahora, o, mejor dicho, desde hace unos meses, se está ejecutando un proyecto para construir carril bici, una obra que cuenta con financiación europea y del Gobierno central. Un proyecto aparentemente menor y que, sin embargo, ha provocado que se levanten las aceras y parte de la calzada, que el tráfico y la movilidad de las personas se vean afectados, que se pierdan plazas de aparcamiento, que se trasladen temporalmente las paradas de la EMT. Y es aquí cuando echo en falta una mayor ambición a la hora de llevar adelante una obra de estas características. Ya puestos, ¿no se podría haber aprovechado para emprender una reforma integral que dotara de arbolado frondoso lo que por momentos tiene aspecto de carretera? Más allá del debate sobre el calentamiento global -político, que no técnico, donde se registra casi la unanimidad de los expertos-, hay una cuestión que resulta indiscutible y es que las ciudades tienen que protegerse ante las temperaturas extremas. Y la mejor forma de hacerlo no es con toldos sino con árboles. Allá donde sea posible, claro está. En Tres Forques lo es. El que se plantó en los noventa no ha arraigado bien. En Cardenal Benlloch ocurrió algo parecido, los arbolitos de entonces han muerto o apenas han crecido, perdiéndose la oportunidad de conseguir el efecto de bóveda vegetal que se puede disfrutar en avenidas como Blasco Ibáñez o en las Grandes Vías. Incluso en algunos tramos de Manuel Candela. Hubo un tiempo en que Valencia quiso ser Montecarlo y aquello acabó mal. De ahí nos fuimos al extremo contrario, a regresar a la ciudad provinciana y rural de hace un siglo y medio. A ver si algún día logramos encontrar la virtud en un término medio que sepa mezclar con sabiduría ingredientes como la salvaguarda de la identidad con el cosmopolitismo. O el control del gasto público con la necesaria ambición para aprovechar las oportunidades de hacer una ciudad mejor, más habitable.
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