El Gobierno sacrifica la pieza valenciana en el altar catalán
Albares deja en evidencia las hipotecas que impone la rendición de Sánchez ante el independentismo
Hasta tres veces preguntó Alsina al ministro Albares si el valenciano no estaba entre las lenguas cooficiales españolas cuyo reconocimiento en la Unión Europea impulsa ... el Gobierno sanchista. Y hasta tres veces se negó el titular de Exteriores a responder de manera clara y rotunda, repitiendo que las tres lenguas son «el catalán, el gallego y el euskera». No hacía falta que se adentrara en los espinosos territorios del conflicto lingüístico, donde los socialistas juegan desde hace décadas al equívoco y compran el eufemismo nacionalista de «la nostra llengua». Bastaba con haber acudido a la legalidad (otro terreno, por cierto, donde el Ejecutivo central se siente incómodo). Con haber dicho que se respetará lo establecido en la Constitución y en los estatutos de autonomía acerca de las lenguas cooficiales. Que en el caso de la Comunitat Valenciana es el valenciano. Pero no, había que evidenciar la afrenta hacia una lengua y hacia una región que el Gobierno ha sacrificado en el altar que ha montado para satisfacer al insaciable Puigdemont y al no menos glotón Junqueras. Si en su día Jordi Pujol impuso a José María Aznar la creación de una Acadèmia Valenciana de la Llengua con rango estatutario que venía a representar la sentencia de muerte del valenciano como lengua diferenciada (de ahí que se denominara Acadèmia Valenciana de la Llengua y no Acadèmia de la Llengua Valenciana), ahora son los socios de Sánchez los que le exigen que escenifique que el valenciano no existe y que son el catalán, junto con el gallego y el euskera, las únicas lenguas que pueden aspirar al reconocimiento europeo. Pero ¿por qué este desprecio tan grosero? ¿Por qué dejársela botando dentro del área a un PPCV que no se acaba de creer los favores que recibe de sus oponentes? Pues porque en el laboratorio demoscópico de Moncloa (Ferraz ya no existe, no es más que una sucursal de desfaenados sin sitio en la Administración) se ha llegado a la conclusión de que la pieza valenciana es sacrificable. O mejor dicho, que para mantenerse en el poder es preferible conservar la plaza catalana que aspirar a reconquistar la valenciana. De ahí las pocas prisas con las subvenciones por la dana. la falta de sensibilidad de Sánchez con los afectados, su nula empatía con los valencianos. Y ahora, por si fuera poco, el sopapo identitario que Albares propinó ayer a las aspiraciones valencianas de equipararse con el resto de territorios bilingües. Para el Gobierno sanchista no existe el valenciano, aunque el Estatuto de autonomía diga lo contrario. Y aún se sorprenden de que el PPCV no se hunda en las encuestas.
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