Ayer, a las 12,01 horas en Valencia, un autónomo -uno de tantos impenitentes currantes que hacen posible la economía de este país- entraba como ... anonadado en una Ciudad de la Justicia 'fantasma'. Estaba completamente vacía. Como en pausa. Y no estaba sólo. Otros como él vagaban en busca de respuestas que no encontraron porque, como sabrán, la justicia está en huelga. Por este motivo, permanecen suspendidos más de 500.000 juicios y 30 millones de actuaciones judiciales están paralizadas. Y es que detrás de cada una de estas apabullantes cifras hay personas esperando una respuesta.
Desde que los secretarios judiciales se pusieron en huelga hace varios meses hasta hoy -con el parón de los funcionarios- se acumula un retraso y un parón en el sistema judicial que resulta insoportable para la ciudadanía.
A mi juicio esta es una huelga diferente y perversa porque se ha planteado como por capítulos -como si de una serie mala de Netflix se tratara- eternizando su duración de manera injustificada. Es como si en el sistema sanitario tras los enfermeros, se pusieran de huelga los médicos y por especialidades: primero los ginecólogos, después los anestesistas y al final se sumarán los cirujanos o los traumatólogos. Un despropósito. Y es que al final, como casi todos los colectivos hoy en día, lo que quieren jueces, fiscales, secretarios judiciales o letrados es que les suban el sueldo. Y tendrán razón pero yo me pregunto: ¿no podían haberse puesto de acuerdo y haber afrontado estos paros todos a la vez y no de manera consecutiva eternizando y acusando aún más el colapso que arrastramos desde la pandemia? Y ¿cuantos españoles no desean una subida de sueldo cuando sus gastos se han disparado, porque pagan mucho más comprando lo mismo de siempre y sus sueldos no crecen? ¿Se deben solucionar así las cosas?
Y es que todos los que forman parte del proceso judicial -un colectivo después de otro: desde los secretarios de justicia, hasta los funcionarios, los jueces y los fiscales- se han ido poniendo consecutivamente en huelga desde hace varios meses. Y así, acumulan un retraso insoportable que ha colapsado de facto la mayoría de procesos judiciales. Un desastre que afecta a la mayoría de españolitos de a pie que por pleitos de cualquier tipo -desde separaciones, hasta despidos, cuitas con los bancos o cualquier conflicto similar- están viendo como la solución a sus problemas se eterniza.
El viernes volverán a salir a la calle para manifestarse, en esta ocasión, los funcionarios que han sido los últimos en sumarse a esta cadena reivindicativa. Lo deseable, que se resuelva pronto porque sólo le faltaba a la justicia para distanciarse aún más de la sociedad una huelga de estas características. Cualquiera que haya sido atrapado por el sistema judicial y sus redes procesales sabe bien que los tiempos, el ritmo, la factura y hasta el resultado de sus decisiones son aspectos que pueden resultar incomprensibles si lo pudiéramos trasladar a cualquier otro ámbito de la vida. Pero eso, es otro cantar. ¿No les parece?
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