Los cronotipos
La Universidad de Valencia anda metida en un estudio que, si sale bien, puede convertirse en el mayor avance civilizatorio -léase la exageración- desde que ... alguien decidió que el recreo, la extra y cosas así debían existir.
Se llama Kairos y es un megaplan interdisciplinar que reúne a médicos, psicólogos, sociólogos, pedagogos y, si hace falta, un chamán, para resolver juntos un problema ancestral que padecen algunos humanos, que no todos, como es madrugar. Para ser más precisos, Daniel Gabaldón -que es el investigador que lo dirige- pone el foco del estudio en cómo afectan los madrugones a los adolescentes.
Convendremos que no es una cuestión nuclear y que el sentido común aconseja que no hace falta volverse locos para asegurar de antemano que a los 'teenagers' les gusta poco o nada levantarse pronto. Basta con tener a uno cerca para afirmarlo con rotundidad.
Pero la ciencia es así y como van en serio, no van a dejarse llevar por apriorismos contaminantes y ponen en la cazuela todos los ingredientes para cocinar -con método científico- esta hipótesis. Harán análisis de sangre para medir hormonas, les pondrán pulseras telemáticas para registrar exactamente la actividad de los jóvenes participantes, medirán sus horas de sueño o de exposición a la luz solar y hasta deberán reflejar sus hábitos en un diario.
Con todo, calcularán su jet lag social, que es el palabro para entender las consecuencias entre cronotipos tardíos (o no) y la salud. Se sospecha que quienes lo padecen tienen peores calificaciones, menos atención, más absentismo y, para postre, un cóctel de malos hábitos alimenticios.
Más allá de valorar si los horarios escolares deben respetar las necesidades biológicas del estudiante (o no) lo que sí parece más que oportuno es que este tipo de estudios se empleen siempre para ayudar en la toma de decisiones sobre la educación de nuestros hijos en una edad altamente sensible de su formación como personas. Actuar en base al conocimiento y con la ayuda de la ciencia para cambiar lo que haya que cambiar o, por qué no, sencillamente para dejar las cosas como están.
El valor de sus resultados van más allá de saber en qué momento del día el adolescente medio es un ser humano mínimamente operativo, lo relevante es conocer más sobre ellos, sus hábitos, sus inquietudes o preocupaciones en un momento vital tan importante. Y si eso se puede medir con pulseras, análisis y diarios de hábitos, quizá estemos más cerca de ayudarles mejor.
Sustituir bandos, pasillos y pancartas por datos reales. Si la ciencia dice que los jóvenes funcionan mejor más tarde, lo mismo deberíamos escucharla. Y sobre todo seguir preguntando para tener más luz de una etapa vital que, sorprendente, a todos se nos olvida haber pasado.
Quién sabe: lo mismo Kairós acaba siendo la revolución silenciosa que sirva de guía para resolver otros debates sociales. La adolescencia es una edad tan compleja que despejar incógnitas acerca de su estado de ánimo y de salud siempre es bueno. Aunque sea con la excusa de analizar qué tal les sienta eso de madrugar. ¿No les parece?
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