La hora de las explicaciones
Llega la hora de las explicaciones. Y no como un mero trámite para salir del brete, sino como ejercicio total de responsabilidad y transparencia ante ... una serie de sucesos terribles que incumben a toda la ciudadanía. Me refiero, por supuesto, al devastador informe de la UCO donde se expone una trama de corrupción en la que están implicados varios miembros destacados del PSOE. Hemos escuchado los audios, hemos leído las investigaciones de la policía, hemos conocido las acusaciones. Ahora necesitamos saber qué ha pasado o qué ha dejado de pasar para que algo así ocurriese.
Pedro Sánchez compareció el pasado viernes para pedir perdón a la ciudadanía. En esa convocatoria escuchamos algunos lamentos, pero pocas explicaciones. Dijo que no debía haber confiado en su secretario de organización, que sentía tristeza y que no existe la corrupción cero. Nada más. Ni cuándo lo supo, ni cómo lo supo, ni qué mecanismos no existen en el partido que dirige para que se produzcan situaciones de este tipo. Se limitó a recordar que no es perfecto, algo que ya dábamos por descontado y que no resuelve nada sobre las revelaciones.
Unas horas más tarde envió una carta a sus compañeros de filas en lo que parecía más una terapia grupal que una explicación formal, con datos y conclusiones, sobre el caso que les atañe a ellos y a todo el país. «Ningún militante de un partido como el nuestro puede mirar con indiferencia las noticias de actos que nos repugnan», recordaba en unas líneas, donde ya empezaba a lanzar las culpas a la trinchera de enfrente. Aunque en su anterior rueda de prensa asumía en primera persona toda la responsabilidad, en esta segunda comunicación ya encontraba a otros implicados: «quieren derribarnos al precio que sea».
Han sido demasiados años como para que no existieran sospechas ni se detectaran contradicciones
Esto culminó en un cambio de actitud total este mismo lunes, en su último encuentro con los medios, en el que ya se presentó como víctima de un complot urdido no se sabe por quién. Y lo que es peor también se autoproclamó salvador de un país que sería mucho peor si no estuviera él. Porque ellos han actuado mal, dijo, pero otros lo harían peor. Porque ellos se han saltado todas las reglas, pero otros se las saltarían mucho más. Y con esa justificación anunció que seguía adelante con una hoja de ruta que nadie termina de distinguir. ¿Y las explicaciones? Siguen sin darse.
Pero las exigimos. Las del presidente del Gobierno, que se rodeó de un equipo que ha robado el dinero público, que permitió que los excesos se sucediesen, que no instauró las herramientas precisas para detectar actuaciones deleznables. Y hay que ir más allá, porque creo que todo el PSOE que convivió con tipos como Ábalos y Cerdán ha de desnudarse para que no quepa ni una pequeña duda en torno a ninguno de ellos. Han sido demasiados años como para que no existieran sospechas ni se detectaran contradicciones entre los que los trataban cada día.
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