La histórica Escuraeta ha llegado después de tres años ausente, primero por la pandemia y luego por las obras de la plaza de la Reina. ... Y llega con cambios en su situación y organización, permaneciendo, eso sí, inalterable su espíritu costumbrista para los valencianos, que incluye la adquisición de material de loza, cerámica y barro cocido para el hogar. Por ejemplo, las cazuelas, en las que los expertos en gastronomía señalan que se cuece mejor la comida, y que son perfectas para cocinar el arroz al horno.
La oferta del producto es variadísima, pudiendo comprar platos, tazas, pucheros, chocolateras, botijos blancos de Agost y los fabricados en Manises, barrocos y decorados en vivos colores.
Para el recuerdo queda cuando estos enseres se situaban sobre el suelo, apilándose en atractivas torres de cazuelas, o encima de tableros con caballetes cubiertos de blancos lienzos. Lo que permanece inalterable es la costumbre de generaciones de valencianos que compran esta alfarería popular, la cual no puede faltar en ningún hogar.
Este mercadillo permanecerá hasta después de la festividad del Corpus. Su origen, posiblemente, se sitúa en la Edad Media, ya que en los alrededores de la Catedral abundaban mercados para la venta de diversos productos. Cabe señalar que todos los enseres se ofrecen también en medidas más pequeñas para el disfrute de los niños; de ahí, quizás, el diminutivo de 'l'escuraeta', en lengua valenciana.
Podemos afirmar que esta 'escuraeta' es el último testimonio de una Valencia medieval, artesana y, sobre todo, comerciante al por menor. No hay que olvidar que este mercadillo guarda celosamente un juguete sonoro para los más pequeños: las campanitas de barro; campanas de barro cocido con un contrapeso de madera rojo. Para los más rumbosos existen las de cerámica decorada y de bronce u otros metales. Pero la tradición manda que sean de barro cocido.
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