La pasada semana numerosos valencianos se acercaron a la ermita de Santa Lucía para honrar a su titular, patrona de la vista, porque, según una ... antigua tradición, a la santa le habrían arrancado los ojos por proclamar su fe y volvió a recobrar la vista. Como viene siendo habitual cada 13 de diciembre, el ermitorio rebosó de devotos en general y, sobre todo de cofrades cuya aportación económica voluntaria hacen posibles todas y cada una de las obras de rehabilitación del inmueble junto a subvenciones oficiales y entidades privadas. Este año la cofradía también solicita ayuda para los cofrades afectados por la dana que han perdido sus casa y medios de transporte, en Aldaia, Alfafar, Chiva, Sedaví y en otras zonas.
Los festejos en el ermitorio se desarrollaron con numerosa asistencia de valencianos, tanto en la habitual «tabalá», la noche víspera de la festividad, como en la celebración de las distintas eucaristías.
Sin embargo, en todo este entramado debo destacar a modo de curiosidad por qué el ermitorio no sufrió daño alguno durante la guerra civil; aspecto muy desconocido por numerosos valencianos. La historía nace con Maria Bayo Monferrer, ama de llaves del capellán, que residía junto a la ermita en la que se alojaba su sobrina de nacionalidad francesa Claudia Bayo Gaboyard, motivo por el que hicieron gestiones ante el Consulado de Francia para notificar su presencia. El consulado expidió un escrito que decía: «Aquí vive un súbdito francés» y lo pegaron en la puerta del templo.
Gracias a este escrito y como quiera que Francia era un país aliado del gobierno de la República se consiguió salvar la ermita. Posteriormente el Comité de Bellas Artes se hizo cargo de la ermita y fue precintada para salvarla de la destrucción. La historia me la relató la propia Claudia Bayo, personaje entrañable, en una entrevista para LAS PROVINCIAS con motivo de la festividad de Santa Lucía.
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