Una transición sin estridencias
Compromís y el PSOE siguen instalados en la hipérbole de la dana
Juanfran Pérez Llorca avanza con prudencia, pero con paso firme hacia la presidencia de la Generalitat. Lo hace respaldado por un carácter que le ha ... valido el reconocimiento y el afecto de sus vecinos de Finestrat y de quienes han compartido con él trayectoria pública. Político por instinto y vocación, de maneras cordiales y cálidas, mirada franca y una inteligencia poco estridente pero muy notoria. Alguien que no necesita parecer un galán para hacerse ver, debería bastar para ir aparcando la idea de ser un líder 'interino' o 'temporal'. No parece que vaya a resultar tan efímero.
Tiene conocimiento de todos los resortes de la Administración y es, además, un corredor de fondo, sabe el terreno que pisa y controla al adversario. Ha sufrido en las espaldas del amigo, tanto como si fueran las suyas propias, la saña, la ira, la manipulación y el engaño. Tiene claro que cualquier palabra o gesto puede ser retorcido hasta la extenuación. Pero parte con dos ventajas. La primera: no llega ingenuo al lodazal en que se ha convertido la esfera pública y domina los códigos y las técnicas poco dadas a la esgrima de florete del bloque de izquierdas. De momento ya le han dado la bienvenida con una supuesta «piscina ilegal» como ejemplo claro de cómo se fabrican polémicas a demanda.
La segunda: puede y debe centrarse en la ingente tarea de la reconstrucción que hereda encarrilada, mientras Compromís y PSOE siguen instalados en la hipérbole de la dana y en una incoherencia de discurso muy fácil de afearles ante la ausencia de un proyecto sólido que ofertar al electorado. Ignorar el hartazgo social de no hacer extensiva la responsabilidad hacia quienes dejaron tirados a los valencianos es un error estratégico que terminará por pasarles factura, muy especialmente, a una Diana Morant que parece dispararse en el pie cada vez que interviene en público.
Morant pide dar voz a los ciudadanos, pero sólo a los valencianos
Morant exige elecciones para superar la «crisis actual» cuando la única existente es la que atraviesa el gobierno del que forma parte: sin mayoría parlamentaria, sin presupuestos y sometido a la presión de varios frentes abiertos entre las cloacas y los casos de corrupción. Aun así, defiende que hay que «dar voz a los ciudadanos», aunque solo sea a los valencianos y no al conjunto de españoles ante el horizonte de un Pedro Sánchez enroscado en el poder. Una visión tan limitada que le impide hasta detectar que el PP no es su problema, sino un Compromís que ya la parasita. Una cortedad aplicable también a su sonrojante falta de altura institucional al negarse a responder a las reiteradas llamadas del vicepresidente del Consell para trabajar juntos en la reconstrucción. Urge una transición tranquila e inteligente que ponga fin a tanta sobreactuación, sectarismo y escaso nivel.
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