La capilla ardiente
Mª JOSÉ POU AMÉRIGOMARIAJOSEPOU.LASPROVINCIAS.ES
Martes, 18 de noviembre 2025, 23:45
A los más jóvenes, que no conocieron ni de lejos la dictadura, podría decirles que la muerte de Franco se pareció a la de Kim ... Jong-il, el padre del actual mandatario de Corea del Norte. Cuando aquel murió, hace quince años, la televisión sacaba a los coreanos, incluida la célebre presentadora de las noticias, llorando desconsoladamente por la pérdida del «padre de la patria». Eran llantos incontenibles, quizás más desgarradores que los producidos por las muertes de familiares directos. Es lo que tiene intentar demostrar un dolor profundo sin que haya ninguna base real. En España, «el dolor era patente en todos los rostros. Muchos no pudieron contener las lágrimas y los sollozos», contaría el NO-DO poco después, sobre aquel 20 de noviembre de hace medio siglo en que Franco dejó este mundo. De hecho, yo no tengo recuerdo directo de Franco con vida; mi único recuerdo es ya en el ataúd, pues posiblemente, con seis años, no presté atención al personaje hasta que vi a tanta gente llorar al pasar por su capilla ardiente en una televisión única que dejó de emitir dibujos animados en señal de duelo.
Sin embargo, tengo marcado en la memoria el día en que Juan Carlos I fue proclamado rey, apenas 48 horas después de la muerte de Franco. Debió de vivirse con mucha emoción en casa porque recuerdo levantarme muy pronto -y eso que era sábado- para verlo en la tele. Una tele en blanco y negro. No entendería nada, seguramente, pero sí que era consciente de vivir un hecho histórico y, aunque por entonces no tenía ni remota idea de que acabaría estudiando periodismo, no quise perderme algo que formaría parte de los libros de Historia.
Lo curioso es que, de aquellos días, solo guardo recuerdos de algunos objetos que había por casa y de algunas imágenes de televisión. Había, por ejemplo, unas láminas con textos laudatorios en color rojo para Franco y en color azul, para el rey, o viceversa. Del mismo modo que durante mucho tiempo estuvo en casa un ejemplar de la Constitución, en edición barata con apenas unas grapas y de tapas beis, que debieron de repartir a discreción antes para el referéndum. Entre las imágenes, también recuerdo la misa que celebró Tarancón en la proclamación del rey, que fue muy comentada después; lo mucho que gustaba Suárez a las señoras de entonces, imagino que amigas de mi madre, y la canción de 'Libertad sin ira', y los debates entre mayores y jóvenes sobre los «derechos». Es la memoria artesana del 'Cuéntame' que vivimos de cerca los de la Generación X, sin móviles para fotografiarlo ni hacerlo viral.
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