Por un estío cervantino
Siendo España país de generoso patrimonio monumental, impresiona que su monumento más apabullante, que el tiempo no erosiona y por tanto no requiere mantenimiento, sea ... la obra de un hombre solo. No hay entre las decenas de catedrales ni los cientos de castillos, alcázares o palacios edificio comparable al que con un brazo levantó, para la humanidad toda, Miguel de Cervantes. Nunca lo ponderaremos con justicia, nunca serán más de la cuenta las lecturas que hagamos de ese Quijote en el que se compendian todos nuestros defectos y virtudes, y de paso los de la condición humana en su más amplia extensión.
Hace poco de mi última relectura, y sin embargo he bebido con avidez de las reflexiones que sobre las suyas reúne Antonio Muñoz Molina en su libro más reciente, 'El verano de Cervantes', a mi juicio uno de los mayores y mejores de su bibliografía, y hay dentro de ella competencia. Repasar de su mano la epopeya del hidalgo enloquecido, en sus dos partes, es acercarse a los pliegues más sutiles de la urdimbre maestra que Cervantes le dio al relato de sus andanzas: a esa escritura desatada en la que volcó, como postula Muñoz Molina, todo lo aprendido de sus muchas lecturas y sus buenos y sus malos pasos, que no fueron pocos y lo llevaron a conocer, a veces para su quebranto, pero siempre en beneficio de su prosa, a las gentes más diversas.
Hay en estas anotaciones quijotescas del autor de Úbeda, estivales como lo son las más de las peripecias del asendereado caballero, pistas de incalculable valor para quien quiera darse al afán de pergeñar novelas y, en lugar de importar los trucos cada vez más baratos de la ficción televisiva del momento, pertrechar su cuento con la hondura, la riqueza, el noble entretenimiento y la piedad que Cervantes aún nos enseña como acaso nadie.
Para esta España abochornada por la mugre no hay mejor bálsamo que el decoro de Cervantes
Pero no es la de 'El verano de Cervantes' una sabrosa lectura sólo para literatos y letraheridos. Además de su amenidad, nos aporta algo más. Dicen quienes estudian el resurgir actual de China que en buena medida se debe al regreso a las enseñanzas de Confucio o Mencio. Se le antoja a uno que para esta España abochornada por la mugre de tanto truhán acogido al cobijo del poder no hay mejor bálsamo que el decoro de Cervantes. Como observa Muñoz Molina, el autor del Quijote estuvo en el corazón de las tinieblas y de ahí volvió para escribir un libro que, así lo resumió Faulkner, habla de un hombre que intenta hacer lo que puede en el mundo caótico donde le toca vivir y de cuya lectura se sale siempre mejor. Quién lo probó puede atestiguarlo.
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