El escarnio a Maribel Vilaplana
La declaración de la periodista Maribel Vilaplana ante la jueza que instruye el caso de la dana debería servir para que los periodistas hagamos un ... ejercicio de profunda reflexión sobre si todo vale para llenar las páginas de los diarios. Una frase de la magistrada Nuria Ruiz Tobarra a la comunicadora, que rompió a llorar en varias ocasiones durante su declaración, fue suficiente: «La responsabilidad de que usted estuviera a esa hora allí (en el restaurante) es del señor Mazón. Usted no tiene ningún cargo». Tres segundo que sirvieron para ponerlo todo en su sitio tras un año de acoso y derribo. Vilaplana llegó a las puertas del juzgado de Catarroja como si fuera una delincuente cuando no es más que otra víctima de una tarde en la que desde lo público todo se hizo mal. De la misma manera que lo es el propietario de El Ventorro, que ha tenido que quitar hasta el cartel de su restaurante para dejar de ser carne de foto de Instagram. La testigo declaró que medios «serios» la habían intentado extorsionar con unas presuntas fotografías saliendo de casa de Mazón y que incluso había recibido mensajes calificándola de «puta» en unos meses que le han destrozado la vida, tanto en lo personal como en lo profesional. En las horas previas a su declaración se rescató con la vitola de exclusiva una noticia que un medio ya publicó en diciembre sobre un vídeo remitido por whatsapp a la periodista en un chat familiar y aseguraron sin género de duda que se lo mostró a Mazón durante la comida, algo que la afectada ya desmintió en diciembre. Una simple búsqueda en Google hubiera servido para saber que la noticia era vieja, salvo que alguien manifieste lo contrario. De todas maneras qué más daba, si el presidente (en funciones) Mazón ya ha reconocido, como señaló en una entrevista en LAS PROVINCIAS, que a las cuatro de la tarde sabía lo que pasaba en Utiel. Este ha sido su pecado, el tancredismo manifiesto mientras en el barrio de la Fuente ya había seis muertos. Las líneas rojas se pregonan y se cumplen. El escarnio público a esta mujer no tiene nombre. Es una vergüenza también que un mercenario a sueldo de la televisión pública como Gonzalo Miró, hijo de la cineasta y ahijado del expresidente González -amigos íntimos- se descargara con la impertinencia de que igual Mazón tenía los pantalones bajados durante su cita con Vilaplana, un exabrupto que no debe tener otra salida que su censura y despido. Opinar sale muy barato. La periodista necesitó asistencia médica fruto de esas noticias sin contrastar ni rectificar siquiera cuando con la obligación de decir la verdad aseguró ante la magistrada que nunca mostró el vídeo al presidente de la Generalitat. Luego vienen los golpes de pecho sobre la salud mental y el feminismo cuando el interés de algunos sólo ha tenido un fin: machacar a una persona que su único delito ha sido ser la comensal en una comida con la persona equivocada.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión