Los Santos Juanes
F. P. PUCHE
Miércoles, 26 de noviembre 2025, 23:30
Válgame Dios; cómo está todo! Comprendo que los pobres no puedan comer...
Doña Manuela de Fora acaba de pasar, engreída y sentenciosa. Nelet le abre ... camino y Visanteta le sigue, dos pasos atrás, cargada con el cesto donde rebosa la compra. Con 'Arroz y tartana' en la mano, inicio un viaje en el tiempo, 130 años atrás, hacia la Valencia que Blasco proyectó en su novela del Mercado, la de los comerciantes venidos a más en el laberinto que va de Na Robella a Les Estaques, el barrio donde nació.
Para aquella viuda de buen ver lo mejor de su vida burguesa era descorrer un visillo y poder ver Sant Joan del Mercat, la iglesia de los Santos Juanes, la que en su día fue parroquia más rica de la ciudad. Sobrepuesto a tres graves incendios, el templo vuelve a la vida, después de una restauración seria y profunda, de seis millones de euros. Valencia, no te quejes: sigues teniendo suerte con el mecenazgo de algunas familias.
Calle Vieja de la Paja. Una fila de chamarileros vive pegada a las piedras mugrientas: aceiteras, cedazos, odres, viejos libros manuscritos. En tiempos recios fueron precisas diecinueve mil cargas de carro para vaciar el cementerio, donde descansaban las víctimas de la peste: «Despojos de la fragilidad humana», escribió Orellana. Y se quedó tan pancho, después de explicar que en 1632 se quitó la horca para que el rey Felipe IV, nuestro señor, tan querido y respetado en Valencia, no tuviera que verla.
Los Santos Juanes. Palomino ha venido a Valencia como perito porque el cabildo de la parroquia no está contento con lo que ha hecho otro artista, Vicente Guilló. Informe desfavorable, pleito, indemnización y nuevo encargo. Las cosas de palacio van despacio; nada es sencillo en esta Valencia napolitana que ve nacer les Covetes para poder pagar a un escultor. Y volvemos a empezar, que para eso hay unas arcas bien pertrechadas. Por fuera, en la calle, el bullicio popular del "barreig"; por dentro, en la cima del andamio, el barroquismo de fresco y temple. Una arquitectura simulada que deja ver un cielo falso, de nubes de algodón, donde triunfa como un ángel el dominico Vicente Ferrer.
Selfies, muchos selfies. Noruegos en camiseta y cruceristas sudorosos. San Nicolás y San Juan, barrocos en justa competición. Y dos artistas, Pilar y Carlos, que están a punto de ver culminado en tiempo y forma un encargo de seis años. El arquitecto, Carlos Campos, es hombre de pocas palabras; pero lo resume todo cuando dice que estamos ante una caja que contiene cinco siglos de historia. La restauradora, Pilar Roig ve culminado un propósito, en el que ya trabajó hace décadas su padre y maestro, una misión que llegó a ser un reto personal. «Por fin lo hemos conseguido». Por fin.
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