Pymes y fuegos de artificio
Deberían ser premiadas, cuidadas, alentadas y no señaladas, condenadas ni vampirizadas. Las clases medias requieren aire fresco, no cadenas
EDUARDO BENLLOCH GARCÍA Y FERNANDO CARBONELL TATAY
Viernes, 24 de octubre 2025, 23:48
Llevamos un tiempo oyendo, desde el Gobierno y sus adláteres, que la economía «va como un cohete" pero no se han parado a pensar que ... eso no siempre tiene un eco de ascenso rápido e imparable. En nuestra tierra los cohetes y petardos van desde el humilde 'tró de bac', para despertar al vecindario, que sólo hace ruido cuando se estrella contra el suelo con vigor, hasta las vertiginosas salidas aéreas multicolores. Todos acaban en luces o ruido, pero aún en caso de subir acaban estallando y cayendo al suelo. No deberíamos querer una economía así. «Ir como un cohete» es ir rápido, pero también estallar, convertirse en cenizas y caer. Mas vale una economía menos rápida, más sólida, que suba la cuesta sin tanta velocidad para mantenerse en lo más alto posible, no para reventar y caer estrepitosamente. Más se parece a un significado de cohete en Méjico que viene a ser: lío, enredo o problema.
Realmente nuestra economía va más como una mascletá o un castillo de fuegos artificiales: muchos cohetes suben y brillan al explotar en las alturas, aunque muchos explotan en el suelo o aún sujetos a cuerdas, o tras un breve recorrido aéreo. O como en una 'cordá', en la que los cohetes suben y bajan sin control alguno, al azar, pero tras 4 ó 5 rápidos impulsos explotan, ni siquiera todos en el aire.
Sabemos que, aunque las cifras suban no siempre significan mejora, si las recaudaciones no suben parejas. Y para que la economía suba bien no sólo tienen que elevarse las grandes empresas, sino el conjunto de las empresas del país cuya mayoría son pymes, a cargo de empresarios autónomos que son, a la vez, promotores, propietarios y trabajadores de la empresa. Estos son los que, como grupo social, no están atravesando precisamente ahora su mejor momento y cargar sobre ellos más impuestos es condenarlos a explotar y quedar en el suelo, desapareciendo en silencio, entre cenizas y marcas residuales como acaba una mascletá.
Como ha dicho recientemente un periodista: «Ser autónomo está siendo una experiencia muy ingrata. Me aburre escucharme a mí mismo, quejándome, enfadado... Pagando unas cuotas elevadísimas, siendo vampirizado cada trimestre... indignado ante los excesos y la mala gestión de mi esfuerzo económico. Eso, por cierto, en mi entorno ya ha sido bautizado como fascismo. Por lo visto saber a dónde va tu dinero es de derechas» (Agredano; The Objective 17/10/25).
No todo lo que se puede hacer, se debe hacer, si se busca el bien general. Eso hace oportuno reconducir la dirección en la que se quiere llevar la fiscalidad de los autónomos, y volver a lo que se debe hacer.
Hay muchas vías para cambiar la dirección. Muchas ya están bien expresadas en una reciente moción de la oposición, pero otras deberían ser repensadas, reestudiadas y consensuadas. Ejemplo de estas últimas son las propuestas del «Plan de relevo generacional» o la de «Crear una Universidad de Autónomos». No conviene mezclar churras con merinas.
Proceder con orden, separando unas cuestiones de otras, sin amontonarlas en interminables Proyectos de Ley. Primero las cuestiones económicas acuciantes para los autónomos (impuestos, IVA, burocracia, pensiones, acceso al paro...), y luego los métodos de incentivación del relevo generacional, para mantener con vida las pymes. De la parte de la formación ya se planteará si es necesaria esa Universidad de Autónomos o simplemente facilitar más a los autónomos su acercamiento al conocimiento y la ciencia de la Universidad. Mejoraría sustancialmente su ejercicio, su progresión y su satisfacción personal, no solo la económica. Probablemente para emprender un negocio no hace falta la Universidad, pero para hacerlo crecer, innovar y progresar muy probablemente sea imprescindible. La improvisación sin conocimiento depende demasiado del azar y solo con la ciencia- pura, aplicada, económica o social - se pueden disminuir los riesgos de encomendarse al simple azar o a la intuición.
Las pymes constituyen un pilar fundamental de las clases medias que definen a nuestro país y para crearlas y hacerlas crecer requieren esfuerzo personal y contar con la libertad del sistema democrático y una fiscalidad justa. Deberían ser premiadas, cuidadas, alentadas y no señaladas, condenadas ni vampirizadas. Las clases medias requieren aire fresco, no cadenas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión