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Picanya tenía una piscina municipal y desde el 29 de octubre ya no la tiene. Por allí pasaba, casi literalmente, medio pueblo, que se ... ha quedado sin esas instalaciones. El Gobierno le ha inyectado 70 millones de euros para pagar esa reparación y otras tantas para uno de los municipios más afectados por la dana. El dinero recibido asfixia a la Administración local, en Picanya y en el resto de municipios agraciados por un dinero que, ojo, si los ayuntamientos no ejecutan deberán devolver el dinero, y con intereses.
No dudo de que el Gobierno quiera ayudar a los ayuntamientos. Pero tampoco dudo de que ese asunto ya no es una prioridad en Madrid, donde la agenda política es voraz y vertiginosa. Tampoco dudo de que si ese Ejecutivo central se hubiera parado a pensar y, sobre todo, se hubiera coordinado con la Generalitat, ahora el Consell no tendría que ver si logra unos cuantos funcionarios suyos que se presten voluntariamente a ayudar a los Ayuntamientos. El Gobierno no ha querido inyectar dinero en la Generalitat, le ha permitido que se endeude, y ha optado por apostar por los ayuntamientos. Pero si el Consell no tiene músculo para abordar el problema, imaginen los consistorios de unas pocas decenas de miles de habitantes. Y ese es el mar de fondo que arrastra la vida de los ciudadanos. En Picanya no van a la piscina. Y no lo harán, como muy pronto, en un año. Porque el Gobierno puso el dinero, pero luego decidió que la tramitación iba a ser tan convencional como la nacionalización de un señor de Singapur. Uno de Singapur, pero pobre.
Un deportista de élite, pongamos que también de Singapur, llega un día y dice que quiere ser español y resulta que el tipo es muy capaz de ganar medalla olímpica y el Gobierno cabalga al galope para nacionalizarlo. Otra cosa es el que sea pobre. Ese pasa por el embudo de la burocracia, el mismo que le toca a las decenas de municipios que, si, ingresaron el dinero del Gobierno, pero lo deben tramitar como si no fuera urgente, como si no fuera muchísimo y como si no lo estuvieran haciendo todos a la vez. Delirante. Y ese es el mar de fondo. Ahí están los problemas reales. A mí me consta que Pilar Bernabé ha visitado ya varias veces la piscina de Picanya, pero la burocracia se impone.
¿Y mientras? Mientras el de Picanya seguirá sin piscina y el de Singapur, pobre, sin nacionalizarse, la política seguirá surfeando las olas. Sobre la espuma, en la superficie, y desde allí, unos y otros, se dicen de todo. Rivales internos y enemigos externos. Hay para todos. La colección de reproches no se acaba nunca. La capacidad para victimizarse uno mismo y culpabilizar a los ajenos es inagotable. Preocupa el número de personas que, dentro de cada partido, está pendiente solo y exclusivamente de ellos mismos o de cómo fastidiar a los que consideran un obstáculo para colmar sus ambiciones. Como son todos los partidos a la vez haciendo lo mismo, al final se genera una densa espuma de porquería verbal que no permite oxigenar el mar, termina por asfixiar a los pececillos, por dejar sin oxígeno a la ciudadanía que intenta transitar por ese mar de fondo cada vez más oscuro, porque la espuma va espesando. Quizá unos más que otros, pero siempre hay un asesor de Albacete que colocar en Les Corts. Es importante no dejar que ningún líder provincial pueda sentirse ni por un segundo dueño de un poder que no sea el que le regala la líder suprema del partido. Y mientras todo eso pasa, la gente se aburre de prestar atención a quien no se la merece.
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