La burocracia no es invisible
La figura de Mazón genera una controversia política que solapa una lentitud del Gobierno a la hora de tramitar su ayuda que acabará emergiendo
Mazón se reunió con los proveedores porque él quiso. Movió todos los hilos que pudo para hacerlo. Los citó en el Palau. No está «a ... su disposición», como aseguraba estar ante esas asociaciones de víctimas a las que no llamó hasta el sábado, forzado por las circunstancias. ¿Por qué se puede contactar con los proveedores a los que no se paga y no podía hacerse lo mismo con esas asociaciones? Esa diferencia de actitud...
Pero no es lo único difícil de explicar. En torno al presidente de la Generalitat gira un huracán político. La inexplicada e inexplicada ausencia en el Cecopi hasta las 20.28 es el inicio de una serie de actuaciones (falta de presencia en la zona afectada, falta de contacto con las asociaciones hasta el pasado sábado...) que le pasan factura política. El ruido, ya sea por su acción, por su omisión, o provocado por la oposición, impide que el jefe del Consell pueda mantener una agenda propia de su cargo y circunstancia. Esa controversia está ahí, es ineludible y el PP ya no oculta que es consciente de ello.
Mazón no quiere irse, eso es evidente, pero también lo es que el Gobierno central tampoco quiere que se vaya. ¿A quién beneficia más la continuidad del presidente Mazón? A Feijóo, no. El relevo, por mucho que luego el PSOE estire el chicle (que lo haría), finiquitaría el gran argumento socialista a la hora de hacer oposición. No obstante, una vez se vayan las cámaras de televisión nacional, o incluso con ellas aquí, hay un asunto que cala, día a día. Y van más de 200 días.
En los ministerios de Madrid, con puertas enormes y mármoles por todas partes, en ese Consorcio que parece un ente misterioso hay unos señores interventores, unos megasecretarios, hipersecretarios, maxisecretarios, subsecretarios, secretarios, minisecretarios, peritos, oficiales de primera, ordenanzas... Allí se tramita todo lo relacionado con la dana. Si nadie les coge de las solapas de las chaquetas o les estira de los manguitos, toda esa arquitectura administrativa hace su marcha habitual. A su ritmillo. En Madrid ahora están con lo de Santos Cerdán, mañana con lo de Begoña, pasado con Ayuso... Lo de la dana fue hace ya mucho tiempo. Tienen nuevas preocupaciones. Las ayudas, las indemnizaciones, las reclamaciones, las solicitudes de los afectados, todo eso, lo tramitan como cualquier otra cosa si nadie les aprieta las tuercas. Es triste, pero es así. Me consta.
El Gobierno central y toda su galaxia administrativa tramitan todo lo relacionado con la dana como si fueran peticiones de nacionalidad de lejanos vietnamitas. Y al final de esta cruda historia, si Mazón se va, la gente afectada económicamente recordará por lo que está pasando hoy, ayer y anteayer. Hay 228 muertos, sí. Y hay también miles de personas pendientes de saber si sus empresas podrán seguir adelante y si sus casas podrán reconstruirse. No lo saben porque hay autónomos y pymes, empresas modestas que no tienen forma humana de comprobar si recibirán algo más que un «anticipo» (un «anticipo», ojo, meses después, lo que permite hacerse una idea de cuándo y cómo tiene intención el Gobierno de hacer su mágica aportación) para reabrir, o si deberán cerrar. Si pueden comprar nueva maquinaria o no. Hay dueños de coches que nunca los vieron tras el 29 de octubre y el Consorcio, para no pagarles, alega que hay «algo raro». Y tan raro. Hay vecinos a los que se les llama ahora para pedirles el número de póliza. Otra vez. Todos esas víctimas de la burocracia no son invisibles y, además, votan.
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