Escarlett
Apenas le quedaban dos meses para nacer. Ahora la jueza de la dana dice que debe ser considerada persona. Aunque los que mandan ni se acuerden de ella. O lo disimulan muy bien
El viernes por la noche seguramente Escarlett esbozó una inocente sonrisa en su rostro allá en el cielo. A la hora en la que la ... semana agonizaba, el instante en que las redacciones de los periódicos ultimaban ya la portada y estiraban músculo informativo tras una semana de intensa instrucción judicial por la dana. Mientras la jueza Nuria Ruiz Tobarra dejaba marchar a Miguel Polo, el mandamás de la CHJ menos participante en la gestión del drama, tras muchos datos y más incógnitas. Demasiadas. Mientras en el gabinete de prensa del Tribunal Superior de Justicia, pendientes todo el día de la testifical del cabeza de la Confederación, cerraba otro día de intensa cobertura informativa y recordaba que tenía una providencia del juzgado de Catarroja que comunicar a los medios. En el instante en que el correo electrónico entró en la cuenta de difusión de prensa, con el 'clic' del ratón del jefe de prensa del TSJ, allá arriba seguro que Escarlett sonrió. Parece un mero trámite. Un paso más. Un papeleo. Nadie lo ha registrado en las ediciones de papel. Pero el gesto dice mucho. Una vida entera. La jueza ordenaba al Registro Civil de Catarroja que inscribiera como persona a la pequeña. A la niña que jamás pudo ser. Que no le dejaron. A la bebé no nacida y que murió en el vientre de su madre. Janine, arrastrada por el agua cuando trabajaba como camionera en Riba-Roja. Ya tenía lista la cuna de su niña. Unos días antes del terrible 29-O había ido a por el carro con el que soñaba llevarla de acá para allá. No les dejaron.
A Escarlett le faltaban apenas un par de meses para nacer. Cuando el agua ya hacía mucho que había dejado de rugir y el barro había bajado, la jueza Ruiz Tobarra la consideró la víctima 229 de esta tragedia. Hoy, ese papel, ese trámite, ese correo electrónico que a muchos les pareció 'un paso más', es el eterno instante por el que esa niña es por fin persona. Su familia deberá cumplir el simbólico y doloroso trance (también trágicamente precioso) de ponerle los apellidos que consideren. Janine era madre soltera. Se quedó embarazada y su pareja no quiso saber nada. Lo cuenta Mary, su madre. La abuela de Escarlett. La boliviana que hace unas décadas vino a España en busca de una vida mejor. Qué cruel el destino de tenerle reservada tal tragedia en tan anhelada tierra prometida. Antes vio como su Janine se dejaba la piel cuidando a mayores o en mil y una faenas. Hasta el día de su trágico y evitable final. Y el de su niña.
Escarlett no pudo llegar a entender de siglas políticas. Afortunadamente. No pudo saber lo que es que se politicen reuniones con víctimas y que las asociaciones se peleen entre ellas. Afortunadamente. No pudo ser testigo de cómo los responsables de haber evitado aquel drama (en Valencia y en Madrid) se pelean ahora día sí y día también por decirse aquello de 'y tú más'. Afortunadamente. No vio como se anuncian ayudas y más ayudas cuando las anteriores aún están sin parar. Afortunadamente. Ni siquiera pudo comprobar cómo el instante en que la Justicia decía que sí, que ella debía ser persona, pasaba desapercibido para medios de comunicación, asociaciones, políticos... Quizás todos hastiados y desbordados de tanto drama, barro por retirar y cieno político. A los de allá arriba. A los que mandan. No se olviden de Escarlett. De ella y de las otras 228 víctimas de la dana. Recuérdenla cuando actúen con estrategia política y mirando la mejor forma de salvar sus poltronas electorales. La niña a la que no dejaron nacer.
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