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ANNIE SPRATT

La envidia

Cervantes calificó la envidia como «la carcoma de todas las virtudes y raíz de infinitos males». Y yo añadiría que envilece a la persona

ÁNGEL LÓPEZ-AMONOTARIO

Miércoles, 22 de octubre 2025, 23:20

El diccionario de la RAE define la envidia como «tristeza o pesar del bien ajeno». Se cuenta que existe un experimento social en el que ... se les propone a dos personas la alternativa de incrementar sus honorarios en cien euros a cada uno, o bien en ciento cincuenta para uno y doscientos para el otro. Pues se da el caso de que eligen la primera opción, aun cuando comporte recibir menos dinero porque no soportan la diferencia de cantidades recibidas por el otro. Parece mentira pero es así, aunque resulte un comportamiento verdaderamente sin sentido porque con la envidia no se consigue nada; como dice Quevedo, «va tan flaca y amarilla porque muerde pero no come». En efecto, es una actitud absolutamente estéril que no conduce a nada bueno sino -como decía Cervantes- «a disgustos, rencores y rabia». Si lo pensamos bien, el mecanismo psicológico que se produce es que ese aparente triunfo de determinadas personas que concurren al entorno personal del envidioso envenena su interior, poniéndole de manifiesto un cierto desequilibrio o inestabilidad que hay en su vida. En fin, es un defecto que surge de un profundo desasosiego del espíritu muy propio de gentes que, por la razón que sea, en algunos ámbitos o cuestiones de la vida no se estiman a sí mismas. En consecuencia, será difícil que el envidioso llegue a ser feliz porque cuando el hombre se siente a sí mismo inferior por carecer de ciertas cualidades, procurará entonces afirmarse ante sí mismo pero a costa de negar la excelencia de aquellas otras cualidades que sí tiene el de enfrente.

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