Ha llegado el momento de confesar la verdad. Como ingeniero tecno-social que me autodefino, promotor del uso de la tecnología digital por personas, empresas ... y entidades, he defendido siempre el uso de las redes sociales como algo bueno. Al anunciar en mi entorno que ahora pienso que son malas, en seguida me han obligado a desdecirme y tengo que explicar aquí que son a la vez benditas y malditas.
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Hace 14 años, en 2010, dejé escrito aquí mismo que «estas redes son como la vida misma, como las relaciones interpersonales desde que la humanidad existe. El cambio más notable es que ya no hay barreras de distancias ni de tiempo. Y pronto incluso caerán las barreras del idioma». En unas líneas después animaba a personas, empresas, personas y ciudades para que entraran cuanto antes en las redes sociales.
Al siguiente año animé de nuevo a usar una red concreta, en LAS PROVINCIAS con esta frase: «Twitter es fácil», que aún se puede encontrar en bit.ly/twifacLP y dónde yo decía: «Twitter es una conversación, global, inteligente, rápida, inmediata».
Una red social maldita es aquella que capta nuestra atención de forma adictiva y trata de retenernos
Hoy esa red se llama X y está siendo repudiada, abandonada y señalada como el lugar donde más odio, peores bulos y mayor fango se produce. Y eso ocurre a gran velocidad y con gran potencia de engaño, porque con la inteligencia artificial 'democratizada' se permite a cualquiera crear fotos, vídeos y audios con realismo casi perfecto.
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¿Qué son redes sociales en 2024?
Las fronteras entre lo que es un sistema de mensajería personal, una plataforma de publicación de contenidos y una red social resultan cada vez más borrosas.
Algunos ejemplos: en Whatsapp los usuarios ponen 'estados' que son iguales a las 'historias' de Instagram y también hay 'comunidades' muy parecidas a los tablones de anuncios y los antiguos blogs y ello no es casualidad ya que WhatsApp es propiedad de Meta (antes Facebook).
En 2014 cuando Mark Zuckerberg la compró por 19.000 millones de dólares (55 empleados y cero de facturación), algunos de los presentes en la feria Mobile World Congress de Barcelona, dudamos mucho de su 'promesa' de no mezclar la privacidad de un sistema de comunicación 'personal', con la publicidad de una red social como Facebook.
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Porque ahí está justamente la clave del peligro subyacente en las redes sociales: si no pagas por un producto, es que el producto lo eres tu mismo, tu atención, tus decisiones, tu pensamiento, tu voto: 'follow the money'.
Una red social maldita es aquella que capta nuestra atención de forma adictiva, trata de retenernos y que volvamos a ella una y otra vez.
Hay programas televisivos en formatos de 'matinales', 'vespertinos' o de 'late show' que tratan de lograr la misma adicción. La televisión 'lineal' se abonó a ellos en los 90 y les reporta muchos beneficios. De nuevo estamos ante un 'follow the money'.
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En el mundo digital ahora todo se entremezcla: Instagram, Facebook, Youtube, X (antes Twitter), TikTok y se desborda en Whatsapp, Telegram e incluso en los clásicos SMS y en la 'cartelería', ahora digital, de las calles, autobuses y vallas publicitarias.
Han surgido unas redes sociales y plataformas más 'limpias' de la manipulación algorítmica como son Bluesky y Substack que parecen tener un modelo de negocio que no está basado en 'embriagarnos' y obturar nuestros sentidos, veremos cómo evolucionan. La red profesional Linkedin (comprada por Microsoft en 2016 por 26.000 millones de dólares) parece que tiene un modelo de negocio sostenible que apenas se basa en la publicidad. En el caso de redes como Tinder o Meetic su modelo de pago 'fremium' ha resultado ser un éxito para el objetivo claro con el que fueron creadas.
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Estamos atrapados. Necesitamos liberarnos
Las tecnologías de comunicación están en continua evolución, desde que salimos de las cavernas. El crear un 'relato para visualizar un objetivo o idea' permitió al 'homo sapiens' crear organizaciones más complejas con las que se venció al 'homo neandertal'.
Me encuentro inmerso, por circunstancias, en entornos renacentistas y me maravilla aprender cómo salimos de un medioevo 'plano' a la técnica de representación de la perspectiva, como innovaron Brunelleschi o Donatello: la historia se empezó a contar con un lenguaje visual nuevo, con una asombrosa cúpula que captó nuestra atención para siempre. Hubo resistencias como las que lideró Savonarola, pero al final triunfó la luz.
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No podemos evadirnos de la 'nueva comunicación' que usa tecnologías de inteligencia artificial. Tenemos que entenderla, 'cabalgarla' y 'embridarla'. Y la única forma de lograrlo, aunque resulte paradójico, es que las personas más cultas y mejor preparadas en ética, filosofía y derecho, no se aparten ciegamente de lo nuevo, sino que lo usen, lo entiendan y nos guíen.
Porque la comunicación 'verdaderamente humana' es lo que nos salva, también del fango físico, informativo y emocional.
Así lo creo y así lo espero. Feliz Navidad.
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