Otra muesca más
LA TRONERA ·
Isabel Ferrando
Dénia
Martes, 22 de marzo 2022, 15:27
La semana pasada, durante un día, no hubo aceite de girasol en el supermercado. Luego ya volvió. Esta semana han empezado a racionar (sí, racionar) en algunos lugares la compra de cartones de leche y no sabemos qué faltará la que viene.
De momento no vamos tan mal como en otras partes del mundo. ¿Qué no hay yogures? Aún se pueden comprar naranjas, que en esta época son las últimas y las mejores, y las hacen aquí mismo, en la Marina Alta. Igual que se cultivan boniatos, espinacas, remolachas, calabazas, zanahorias, alcachofas, lechugas… Que no me he vuelto vegana de repente, pero es lo que hay.
Todos sabemos que comprar hoy es más caro de lo que fue ayer y, si hacemos caso a las noticias, mañana será más caro aún. Porque les resulta cada vez más caro a los agricultores cultivar y a los que nos traen la comida traerla. De momento no vamos tan mal, pero no parece tampoco que vayamos a ir a mejor, más bien al contrario.
Habré leído cientos de artículos al respecto y nada me provoca el más mínimo optimismo, así que –de nuevo- he decidido echarme en brazos de la literatura y la música, que nunca me fallan en trances así, y porque veo que muy poco o casi nada podemos hacer los contribuyentes de a pie. Que no llegamos a entender, por mucho que traten de explicárnoslo, lo que está sucediendo y que por mucha más información que atesoremos apenas tenemos margen y capacidad de decisión.
Y eso si nos ceñimos exclusivamente a lo económico. Porque no olvido tampoco que decenas de familias durante años fueron receptores en la Marina Alta del programa 'Vacances en Pau', lo que de alguna forma nos hermanó con el pueblo saharaui, y porque en el pasado, mientras estuvo en vigor el alto el fuego, llegué a conversar con algún miembro del polisario. Y ahora, ya ven: otra muesca más.
No descarto, sin embargo, que el pesimismo que tiñe hoy esta columna sea debido a la acumulación de días plomizos que empezó la semana pasada y que seguirán hasta la próxima. Y eso que ni la lluvia logró impedir que salieran adelante la música y las fallas.