Finlandia vota mientras mira de reojo a Rusia

Niinistö lleva en el cargo desde marzo de 2012 y lo dejará con un alto índice de aprobación ciudadana. Sus compatriotas valoran muy positivamente el aplomo con que ha desempeñado su puesto especialmente en el último tramo, en el que Finlandia dejó atrás su relación de provechosa vecindad con Rusia para pasar a pedir el ingreso en la OTAN. Fue una decisión precipitada por el inicio de la invasión de Ucrania en 2022 y materializada en tiempo récord.

El aún presidente, quien había mantenido vínculos incluso de amistad con Vladímir Putin, ha dirigido el giro. Fue capaz de dirimir las diferencias inicialmente interpuestas por Turquía a su ingreso y de responder sin titubeos a las amenazas procedentes del Kremlin. Finlandia consumó así su ingreso como miembro de pleno derecho en 2023. La vecina Suecia, que lo solicitó en paralelo, ha avanzado más lentamente hasta superar el bloqueo de Ankara, pero debe aún subir el último peldaño: la ratificación de Hungría.

A Niinistö le unió con Putin una relación parecida a la que sigue vigente aún para el líder húngaro, Viktor Orbán. Pero, a diferencia del ultraconservador hombre fuerte de Hungría, el finlandés no dudó en pasar a la línea radicalmente inversa de máxima prevención hacia Rusia que Helsinki comparte ahora con Estonia, Lituania y Letonia, las tres repúblicas bálticas, asimismo miembros de la UE y de la OTAN.

Lo hizo en un momento álgido para Finlandia, cuya opinión pública y ámbito político despertó de pronto a la realidad para dejar atrás la neutralidad militar mantenida desde la Guerra Fría. Un 80 % de la población respaldaba la petición de ingreso, que asimismo contó con el apoyo cerrado de su espectro parlamentario.

Nueve son los candidatos a suceder al experimentado Niinistö, pero los sondeos dan las mejores opciones a dos: un conservador y un verde, pese al empuje de la ultraderecha finlandesa. El conservador es el exprimer ministro Alexander Stubb, quien además de haber dirigido un gobierno –de 2014 a 2015– pasó por Exteriores y también por Finanzas. Stubb, de 55 años, es además una figura consolidada entre la familia de los populares europeos. Los sondeos le pronostican un 22% de los votos en esta primera vuelta. Son dos puntos por encima de los que se estiman para Pekka Haavisto, de 65 años y procedente de los Verdes, aunque se presenta como independiente. Haavisto fue ministro de Exteriores en el Gobierno de la socialdemócrata Sanna Marin y estuvo por tanto implicado de forma directa en la negociación para el ingreso en la OTAN.

El tercero en discordia es el candidato de la ultraderechista Verdaderos Finlandeses, Jussi Halla-aho. Los sondeos le sitúan por debajo del 18%. Es un político radical muy conocido, artífice del despegue de su partido, aunque el año pasado traspasó sus riendas a Riikka Purra. Precedieron a esta decisión varios escándalos y procesos contra Halla-aho por incitación al odio y xenofobia. Su colega Purra representaba una vía más moderada y facilitadora de negociaciones futuras de coalición.

Las elecciones legislativas celebradas en abril apearon del poder a la socialdemócrata Sanna Marin. Le sucedió como jefe de Gobierno el conservador Petteri Orpo, que convirtió a los ultraderechistas en socios de coalición. Halla-aho ha pulido un tanto su estilo y preside el Parlamento.

Los sondeos no dan opciones para pasar a la ronda final de las presidenciales a ninguno otro candidato. La aspirante de los socialdemócratas es la exeurocomisaria Jutta Urpilainen, a la que se pronostica un 5%. La que fue fuerza dominante de la política finlandesa quedó muy debilitada tras la derrota electoral de Marin y sigue sin recuperarse.

Finlandia, un país de apenas 5,5 millones de habitantes pero con un ejército fuerte de 80.000 efectivos y 280.000 reservistas, tiene las fuerzas armadas más poderosas y tecnificadas de la región. Niinistö, como Stubb y Haavisto, comparten la afirmación de que el país está preparado para resistir una hostilidad procedente de Moscú, sea un ataque convencional o cibernético. Su ingreso en la OTAN implica que, en caso de agresión, el conjunto de la Alianza Atlántica respondería en bloque. Por lo pronto, desde noviembre tiene cerrados todos sus pasos fronterizos con Rusia.