La historia de una vida entre libros por la dana
Pepe Gómez, alma de Gómez Encuadernaciones, reconstruye su empresa tras las inundaciones sin perder el pulso a un oficio familiar que fundó su abuelo hace 80 años
Nacho Roca
Catarroja
Martes, 8 de julio 2025, 00:34
En una nave del polígono industrial de Catarroja, donde las máquinas aún golpean con la cadencia de otro tiempo, Pepe Gómez sigue al frente de ... Gómez Encuadernaciones, un taller con alma de imprenta que lleva más de 80 años transformando papel en memoria. Lo hace con las manos curtidas, la voz firme y la experiencia de quien ha cosido páginas en tres generaciones distintas.
La historia arranca en Valencia, en la calle Maestro Sosa, justo donde hoy se levanta la estación del AVE. Allí, al borde de las vías del tren, el abuelo de Pepe montó un pequeño taller tras dejar su trabajo como encargado. Era la década de los 50. Años después, la empresa pasó a manos de su hija, madre de Pepe, y en 1988 se constituyó como sociedad anónima. «Ahí dimos el salto a Benetússer, a la calle 2 de Mayo, donde estuvimos nueve años, hasta que se nos quedó pequeño», recuerda. Desde el año 2000, la empresa se ubica en Catarroja.
Desde entonces, Gómez Encuadernaciones ha crecido hasta emplear a 40 personas y convertirse en un referente para editoriales, imprentas e instituciones. «Nosotros no imprimimos, transformamos. Aquí llega el papel ya impreso y lo convertimos en libro: plegamos, alzamos, cosamos, cubrimos, cortamos y empaquetamos. Trabajamos para editoriales como Planeta, y hacemos libros para la Generalitat, la Diputación o el Ayuntamiento de València», explica. El taller combina tradición y tecnología, capaz tanto de producir grandes tiradas como de encuadernar facsímiles en piel con detalle artesanal.
«Nosotros, en esta empresa, hacemos todo tipo de encuadernación, desde la más mecanizada hasta una encuadernación un poco más artesanal. Nos dedicamos principalmente a la edición y a la cantidad de libros, pero lo más llamativo para la gente suelen ser los trabajos más cuidados, como los del mundo del facsímil», explica Pepe con orgullo. Entre sus obras más singulares destaca la edición conmemorativa de la primera vuelta al mundo de Magallanes y El Cano, presentada en un estuche de madera con documentos de época. «Después hicimos una edición sobre las viandas que se embarcaron en aquel viaje, otra sobre la botica de a bordo, y la última que hemos trabajado han sido los manuscritos de Isabel la Católica, con todos los documentos conocidos firmados por ella».
El golpe del agua
Todo cambió la tarde del 29 de octubre de 2024. Aquel día, la dana descargó con furia sobre l'Horta Sud, y el agua se coló en la nave hasta alcanzar 64 centímetros. «No me pilló de milagro. Ese día, tras una reunión con un cliente, vine a recoger a mi mujer sobre las seis. Cuando quise entrar luego por las cámaras, ya no había señal. Tardé dos días en poder acceder, entrando por Sueca porque todo estaba cortado», recuerda.
La imagen era desoladora con barro, maquinaria anegada, cuadros eléctricos inutilizados, compresores destrozados. Más de 50 máquinas detenidas. «El daño fue enorme. Pero desde el minuto uno me puse a reparar».
Hijas, herencia y sacrificio
La historia de Gómez Encuadernaciones también es la de una familia. Pepe nunca quiso que sus hijas heredaran el oficio. «Me he dejado la vida en esto. Nunca he tenido vacaciones, no hay horarios. No quería eso para ellas», admite. Aun así, la empresa ha acabado siendo una parte esencial de su historia.
Ana, la mayor, es arquitecta. Hoy, madre de tres hijos, trabaja en la empresa familiar, recuperando el vínculo con aquel taller donde de pequeña ayudaba a meter sobres en las cubiertas. «Circunstancial, sí. Pero se ha criado aquí. Siempre le ha gustado», reconoce Pepe.
La segunda hija es profesora en el IALE, y la tercera, Andrea, es veterinaria de urgencias en Catarroja. Fue una de las que, tras la DANA, se remangó para ayudar en la limpieza del taller tras largas guardias nocturnas.
Oficio en extinción y alma motera
Más allá del drama familiar y empresarial, lo que subyace es la lenta desaparición de un oficio. «En los años 90 había 37 talleres de encuadernación en la Comunitat Valenciana. Hoy quedamos cuatro o cinco. El gremio está en 'stand-by', solo nos reunimos a almorzar». Él fue presidente del gremio y hoy es vicepresidente de AECA, la asociación de empresarios de Catarroja.
Pepe también es motero. De los de chaqueta de cuero y espíritu libre. Su Harley Davidson, afectada también por la dana, volvió a rodar tras pasar por el taller oficial, desmontada pieza a pieza. «Siempre he tenido moto. La que más disfruté fue una BMW K100. La vendí para comprarme una Harley, pero mi mujer y mi hija hicieron piña para que no me la comprara. Les dije: ahora me la negáis, pero algún día me la pediréis». Y así fue.
La encuadernación, como la vida, se construye con paciencia, puntada a puntada. Y si alguien encarna esa resistencia es Pepe Gómez. Con las manos en la máquina y el alma en las páginas.
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