

Forn Baixauli, otro milagro para Picanya
Historias con Delantal celebra con un galardón que uno de los hornos más antiguos de la Comunitat, y puede que de España, haya sobrevivido a la dana. Tras casi cinco meses, la panadería de la familia Baixauli reabre sus puertas gracias a la solidaridad ciudadana
«Cuando llegué aquí, no podía ni abrir la puerta. Una vez que entramos, ya vimos que la el mobiliario estaba inservible, al igual que ... toda la maquinaria. Solamente quedó a salvo un microondas que estaba en alto», comienza su relato Batiste Rubio, mientras señala el objeto superviviente de la catastrófica dana que asoló Valencia en octubre del año pasado. Luego nos guía hasta la entrada de la panadería, donde un azulejo indica la altura a la que llegó el agua (70 centímetros), y otra placa agradece la solidaridad de la ciudadanía para lograr la reapertura. «Nosotros no pensábamos retomar el negocio, pero al ver tanto apoyo por parte de la gente, ¿cómo no íbamos a hacerlo?», reconoce. Y más, cuando el horno ha pertenecido a la familia desde hace siete generaciones -se dice rápido- y tantos vecinos del pueblo han sido abastecidos con dulces en sus bautizos, bodas y cumpleaños. Después de todo lo acontecido, el municipio de Picanya no se merecía perder a Forn Baixauli.
Estamos ante una localidad hermosa, y todavía herida. Fundado en 1745, el horno de la familia Baixauli es, no sólo el más antiguo del pueblo, sino uno de los más viejos de toda la Comunitat, y puede que de España. «Queremos datarlo para saberlo a ciencia cierta», informa Batiste. Entre las antigüedades respetadas por el agua, el horno clásico de 1962, o los propios azulejos de las paredes, que han ido cambiando de emplazamiento durante tantos años. Batiste tiene 42 años, y lleva 25 trabajando aquí. Sobrino de Amparo, mujer de Vicente Baixauli, dirige el negocio junto al hijo de ambos, su primo, a quien le propuso dar un paso al frente cuando la anterior pareja se iba a jubilar. Y así es como el Vicent Baixauli de octava generación se encarga de los números -estudió Economía-, mientras su primo se queda amasando, como lleva haciendo desde los 16 -al margen de los años de oficio, se formó en Pastelería-. El relevo de titularidad se produjo en septiembre. Y en octubre, vino la Dana.
«Después de todo un verano ilusionándonos y planificando, sucede esto. Quien más y quien menos ha sufrido las consecuencias en Picanya. En nuestro caso, de repente, te quedas sin trabajo. Pasan los días, y no ves la luz. No te voy a mentir: nuestra intención era cerrar definitivamente», confiesa Rubio. Y sin embargo, algo les hizo cambiar de opinión. Ninguno pudo predecir la inmensa reacción de solidaridad ciudadana, «no solo en los primeros momentos, cuando grupos de voluntarios llegaban al local para ayudar con la limpieza, sino también en las acciones de después». Hacen mención al gran soporte del Gremio de Panaderos y Pasteleros de Valencia. También a Chefs(in), marca que aglutina a cocineros de Mallorca y ha hecho posible el actual mostrador de la tienda, de estilo clásico y elegante. Cuando fueron a recogerlo, aprovecharon para intercambiar recetas como símbolo de unión: Baixauli cedió la de los pastissets de boniato, y a cambio, ellos ahora saben elaborar auténticas ensaimadas mallorquinas. La vida es totalmente imprevisible.
La reapertura es un sustantivo que ha costado cinco meses. «Ni siquiera había empresas de albañiles, tuvimos que traer una y pagarle el hotel. Queríamos reabrir para Navidad, que es una época muy fuerte para las panaderías. Fue totalmente imposible, y al final ni San Valentín ni Fallas», lamenta. El viernes 29 de marzo, con vistas a la Semana Santa, el Carrer Major de Picanya recuperaba este horno icónico, uno de los negocios más tardíos en regresar a la localidad. «Todo ha sido gracias a las donaciones, la gestión del Gremio y el apoyo de la familia, los amigos y los vecinos. Les estaremos eternamente agradecidos, porque para nosotros Forn Baixauli es mucho más que un negocio: es familia, legado y hermandad. Verlo todo devastado fue durísimo, pero gracias al cariño de la gente, ahora nos levantamos de nuevo», se promete. Cuántas anécdotas rescatadas, y por suerte, cuántas quedan por escribir.
«Nosotros no pensábamos retomar el negocio, pero al ver tanto apoyo por parte de la gente, ¿cómo no hacerlo?»
Al habla Vicente Baixauli, padre y tío de los actuales propietarios. Descendiente directo del sexto panadero del horno, si bien hasta la generación de su abuela, la herencia había sido de madres a hijas. «Las mujeres nos han sostenido siempre», dice, y mira de soslayo a Amparo. Él está jubilado, pero su esposa sigue ayudando a los jóvenes con las masas. «Si no sale bien el panquemao, echo una mano», sugiere con timidez. Lo mismo que hicieron por ellos sus antecesores, porque estamos ante un modo de vivir, en el que familia y negocio se funden en uno. «Tienes cerca a tus amigos de siempre y a toda esa gente del pueblo, que vas acompañando durante distintos momentos de su vida», relata Vicente, y admite: «A su vez, es un trabajo muy sacrificado, porque socializas poco. Yo me acostaba a las 8 de la tarde. Ala 1 de la madrugada tenía que estar preparando el pan, porque abríamos a las 7».
Por un momento, temieron que no existiera relevo generacional tras su jubilación, «pero por suerte, los primos se llevan bien». Baixauli recuerda que alguna gente se interesó por el traspaso, «pero no es lo mismo que dejárselo a tu hijo, lo vives de una forma más natural, aunque también sufres más». Y desde luego que sufrió cuando, en octubre, el agua derribó los planes del negocio. «Es que este horno no había cerrado nunca. Ni siquiera al cambiarnos de sitio, porque antes estábamos en otra calle. Sólo en la pandemia, y fue por obligación», rememora el antiguo panadero. Tampoco ellos alcanzaron a prever esa avalancha de solidaridad, una alegría inmensa para Amparo y para él, que vivieron con asombra cómo acontecía la reconstrucción del local a base de donaciones. Mobiliario y equipación llegó de otros muchos negocios. Toda una vida despachando alegría, en forma de dulces, bien merecía una devolución.
Así que, en Picanya, han pasado 50 días sin Forn Baixauli. Pero se vienen otros 50 mejores, y puede que algunos años más. El negocio que regentan Vicent y Batiste, quinta generación, hornea nuevamente mañana y noche. Lo hace con toda la fuerza del pasado, pero también la ilusión puesta en el futuro. Algo que el canal Historias con Delantal ha querido reconocer con uno de sus galardones a la valentía.
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