Feliz Nocheviejuna o qué fue del cóctel de gambas y el turrón de coco

Como no podría ser otra manera el menú se compondría de unos entrantes, un plato principal y un delicioso postre. (no hemos avanzado mucho que se diga, pero si algo funciona es mejor dejarlo, o no). Como entrantes hay platos que deben de estar casi por obligación, presentes. Empezaríamos con el clásico cóctel de gambas con su lechuga en juliana, las gambas compradas congeladas y descongeladas para el momento, además de añadirle por encima la clásica salsa rosa y si encima es de la marca Musa, el resultado será perfecto. Seguiremos imitando a los restaurantes de éxito en esos años con el clásico plato de ibéricos y tal vez ricemos el rizo con unos rollitos de salmón con un espárrago dentro, o si la economía anda floja los haríamos con jamón York y queso con huevo hilado. Y cómo no, también habremos hecho huevos rellenos, que siempre quedan bien y le gusta a todo el mundo. El abanico de entrantes la verdad es que es extenso, seguro que todos recordamos los canapés variados entre los que no faltaban los de huevas de lumpo, el pastel de cabracho, el foie-gras de lata y los imprescindibles langostinos Pescanova con el genial Rodolfo Langostino.

Eso sí, en la mesa antes de empezar no podían faltar las patatas fritas de bolsa y las aceitunas rellenas que nos habían llegado en la cesta Navideña. Y por supuesto, las latas. Hoy las llamamos conservas, pero han llenado nuestras mesas de ocasiones especiales y se guardaban como oro en paño para ese momento. Todo un lujo.

Y tras el aperitivo venían los platos principales. Aquí ya entramos en terrenos provinciales y regionales ya que la variada gastronomía española es muy diversa según las zonas de su elaboración. Hoy tiraremos de clásicos donde el cordero se proclamaba el rey de la mesa en todas sus vertientes. Pero como decía, también en las zonas costeras predominaba el pescado como el besugo en el norte o el pescado de bahía en el este y sur. Ya en los restaurantes despuntaba la denostada langosta Bellavista (Vaya nombre), la pularda, la pintada o el capón, el pobrecito cochinillo, la merluza al ajo blanco, el solomillo Wellington o la delicada lubina en costra que tan bien cocinaba el genial José Manuel Varó en el Delfín o el Maestral en Alicante. Platos viejunos que por su calidad siguen presentes en nuestras mesas por méritos propios. Y que duren.

Y de postre, sin duda, la reina era la macedonia de fruta ya sean en almíbar o la natural con zumo de naranja, nata líquida o un poquito de mistela (a raíz de la mistela me acuerdo cuando de chiquitín después de misa en el pueblo de los veranos recorrías las casas donde siempre había buenos rollitos de vino y a los niños nos ponía quina San Clemente o incluso un poco de anís dulce. Hoy en día sería delito…) Y otros postres también viejunos serían el tronco de Navidad, la tarta de almendras, los clásicos polvorones, mantecados y el turrón alicantino en todas sus variantes quedando siempre el olvidado turrón de coco que nadie se comía.

Y la bodega también ha ido cambiando, aunque tal vez sea lo que ha evolucionado más hacia la diversidad, que a la cantidad. Nuevos vinos, nuevas marcas y siempre en el recuerdo los CampoViejos, los Marqueses en todas sus formas, la sidra El Gaitero, el CastellBlanc o el Freixenet, y el brindis por un año venidero siempre mejor.

Como creo que ya os he dicho alguna vez que me enseñó mi padre: «que siempre es el pasado quien alecciona el futuro…» pues daros por aleccionados y os deseo de corazón que tengáis una maravillosa Nocheviejuna.

¡¡¡Mil abrazos, feliz año¡¡¡