El 'dream team' de la cocina de la Comunitat hace cumbre en La Rioja
Extraordinario éxito de los mejores cocineros de la Comunitat en una exhibición de talento, amor por las raíces y devoción por el territorio para culminar el festival gastronómico Mama que se clausura hoy en Ezcaray ·
De primero, un irrenunciable talento creativo puesto al servicio de una técnica insuperable. De segundo, una sincera devoción por las raíces, por el recetario clásico ... valenciano que cada cual digiere según su estilo, su carácter y el legado de quienes les adiestraron en el oficio más bonito del mundo: hacer felices a sus comensales. Y de postre, un acusadísimo amor por el territorio, la Comunitat Valenciana, de donde emergen los frutos que adquieren su plenitud traspasados por la enorme clase de un equipo de lujo alineado para una cita inolvidable, seguramente irrepetible: el festival gastronómico Mama, que se clausura este domingo en la localidad riojana de Ezcaray y rinde tributo en su segunda edición a la gastronomía valenciana, que hizo cumbre la noche del sábado con una cena polifónica servida para entera satisfacción de los centenares de invitados que se rindieron a los Patiño, Sevilla, Torreblanca y compañía durante una velada pródiga en emociones.
Esta suerte de 'dream team' de la cocina valenciana reclutado para la ocasión por el cocinero riojano Francis Paniego, organizador del encuentro gastronómico, se alineó para entonar un discurso coral como si llevara toda la vida trabajando juntos. Fuera personalismos: desde el cóctel de bienvenida, con la deliciosa titaína de Vicente Patiño, el delicado mújol de Susi Díaz o la original ensaladilla de Luis Valls como entrantes, los asistentes comprobaron que a los ingredientes que han hecho tan grande a la gastronomía de la Comunitat se debe añadir la fortaleza del discurso común que inspira a sus protagonistas. Nadie desafinó. Hubo parabienes unánimes para los snacks de Kiko Moya (su refinada cisquilla con escabeche) y de Alejandra Herrador (una inspirada crema de calabacín que se saborea como si fuera un suculento flan) antes de sentarse a la mesa para que el festival alcanzara su plenitud. El 'dream team' abandonaba el campamento base: llegaba la hora de escalar hacia la cima.
Traspasada con generosidad la medianoche, pudo concluirse que misión cumplida. Mientras en los salones de La Arboleda del Sur, muy cerca de donde Víctor Erice filmó una de sus maravillas ('El sur', precisamente) aún resonaban los albaes interpretados en honor a los anfitriones, la familia Paniego, que defiende de modo ejemplar este negocio en el corazón de la sierra riojana, irrumpieron en la sala los primeros platos de un banquete memorable. Triunfó Begoña Rodrigo con un celebrado caldo de chufa, fascinó la coca de atún de Vicky Sevilla que honra su herencia materna y... Sorpresa. Gol en Las Gaunas: Ricard Camarena se descolgó con una particular y perfeccionada versión de una de las recetas fetiche del Echaurren la casa de los Paniego, su interpretación de la merluza icónica de esta más que centenaria casa de comidas. Una creación donde descuella el genio del chef de Barx, a la que siguió el sabrosísimo broche que abrillantó el apartado salado de la cena, el arroz con cenizas que empleó Quique Dacosta para deslumbrar a la concurrencia.
Al extraordinario éxito se sumó en el capítulo dulce el genial Paco Torreblanca con su Yuzu Banira para recibir la ovación generalizada, de elevadísimo entusiasmo, con que los asistentes agradecieron los manjares que acababan de saborear: en fila de a uno, estos modélicos embajadores de la cultura valenciana recibieron entonces una ovación que no podrán olvidar, como luego reconocían mientras hacían tertulia por las mesas, aparcados los nervios, con una sonrisa colectiva que sólo se borró durante unos segundos, cuando sobre una pantalla se imprimieron las imágenes del horror de la dana. Sus damnificados fueron los otros protagonistas de la noche: su dolor, compartido por los asistentes en forma de emotiva ovación, entendido como acicate para hacer realidad el compromiso compartido de que Valencia se ponga de nuevo en pie. Y de que, como concluyó Camarena, «volvamos a celebrar la vida».
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