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Nacho Roca
Borbotó
Jueves, 22 de mayo 2025, 19:49
En el camino que une Borbotó con Massarrojos, entre acequias y terrenos cultivados, una casa de pueblo de toda la vida alberga desde hace más ... de una década un rincón con aroma a brasas, pan crujiente y cocina de la buena. Se trata de «Ca Cent Duros», un bar de los que ya no quedan, donde cada plato lleva una historia, y cada historia, una raíz.
Todo comenzó en 2012, cuando Vicente Ballester, vecino de Borbotó y trabajador del sector de la construcción, decidió cambiar ladrillos por cucharones. Durante años compatibilizó su oficio con un empleo en el sector de las máquinas recreativas, lo que le permitió frecuentar bares y conocer su funcionamiento desde dentro. Pero fue la memoria familiar lo que acabó por inclinar la balanza. «Esta era la casa de mi abuelo, una casa de pueblo de las de antes. Siempre pensé que aquí podía haber algo más que recuerdos. Teníamos el sitio, el nombre y la ilusión. Nos lanzamos», cuenta Vicente.
El nombre no fue difícil de elegir. «Ca Cent Duros» era el apodo del bisabuelo de Vicente, conocido en el pueblo por prestar 500 pesetas —los míticos «cent duros»— a un vecino para comprar ganado. Aquella anécdota de confianza entre vecinos se convirtió en mote familiar, y con el tiempo, en marca gastronómica.
Desde su apertura, el local se ha consolidado como un referente de la cultura del esmorzaret, ese almuerzo tradicional que es religión en la Comunitat Valenciana y, en especial, en la comarca de l'Horta Nord. En esta zona, el almuerzo tiene un origen ligado al campo. Era la comida intermedia de los agricultores, quienes salían a trabajar al alba y hacían una parada a media mañana para reponer fuerzas: pan, embutido, algo de carne o pescado, y vino con gaseosa. Lo justo para volver al tajo con energía. Con el tiempo, esta costumbre campesina saltó a los bares, que comenzaron a ofrecer bocadillos generosos, cacaus, olivas y bebida por un precio asequible. Así nació el esmorzar de forquilla, que hoy en día es una de las grandes señas de identidad de la gastronomía popular valenciana.
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En «Ca Cent Duros», el almuerzo se vive como un ritual. Los bocadillos, enormes y a medida, combinan carnes como caballo, ternera, lomo, panceta o bacon. Hay tortillas de todo tipo —de patata, cebolla, calabacín, ajos tiernos— y pescados como calamares, chipirones o bacalao. Todo se cocina al momento. No hay vitrinas ni platos recalentados. «Aquí, si pides una tortilla, se empieza a batir el huevo cuando haces el pedido. Es la única manera de mantener el nivel», asegura Vicente.
El menú del mediodía también tiene su público fiel. Cada día de la semana se sirve un plato principal diferente: pollo al horno los lunes, arroz a banda los martes, caldera de arroces los miércoles, fideuà los jueves y paella los viernes, todo acompañado de entrantes, postre, bebida y café por once euros. Además, aceptan encargos de paellas y otros arroces, lo que convierte al bar en una opción ideal para comidas familiares o celebraciones sencillas pero sabrosas.
Uno de los pilares del éxito de este establecimiento es el producto. Vicente presume de abastecerse, siempre que puede, del entorno más próximo. Las verduras llegan directamente de la huerta que rodea el bar; los pescados, de Mercavalencia; y las carnes, de distribuidores locales de confianza. Aquí, el concepto de kilómetro cero no es una etiqueta, sino una práctica cotidiana.
El ambiente también suma. Situado en plena huerta, rodeado de campos y caminos, el bar ofrece algo que escasea: tranquilidad, autenticidad y ese punto de desconexión rural a solo unos kilómetros de la ciudad. Por sus mesas pasan ciclistas que hacen parada técnica, agricultores de la zona, grupos de amigos que mantienen viva la costumbre del esmorzaret y familias que han hecho de «Ca Cent Duros» su lugar de encuentro.
Desde la pandemia, el horario se ha adaptado a los nuevos hábitos: abre de lunes a sábado, en horario de almuerzos y comidas, sin cenas. La fórmula, sin embargo, sigue intacta: cocina casera, trato familiar y mucho respeto por lo que se sirve.
«Ca Cent Duros» no es solo un bar. Es una historia que se cocina a fuego lento desde hace generaciones, un homenaje a las raíces y una prueba de que, cuando el sabor es auténtico, no hace falta más que una mesa, un buen bocata y ganas de volver..
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