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Barbaric, electricidad para Patraix
Acaban de cumplir un año de vida, y ya tienen a todo el barrio enchufado. Álex y Julia no podían faltar en la terna de valientes que este año premia Historias con Delantal, por su libertad, desenfado y apuesta por el riesgo
Qué valientes que son los Barbaric. O dicho de otro modo, qué valiente es aquel que se atreve a ser quien es, sin dejarse condicionar. ... Aquí la historia de Álex Sánchez y Julia Dewald. Se conocieron en Berlín, viajaron hasta Roma y han terminado en Patraix, que es exactamente el barrio en el que querían estar. Ya se sabe que esta zona de Valencia está viviendo un gran estallido. Pero no sólo reciben el premio de Historias con Delantal, en una edición rendida a los valientes, por hacer cocina en los márgenes de la metrópolis, sino también por su vuelo libre. Sus fogones no llevan etiqueta, han decidido que el vino sea natural -porque sí, porque les gusta- y que el formato rompa las barreras. A medio camino entre el bar que siempre hemos conocido -no en vano, han recuperado el Bar José de toda la vida- y el restaurante de autor más europeo -uno de esos conceptos con fogones abiertos a la sala, incluida la barra para comer junto al chef-, aquí todo es vibrante y eléctrico.
Al parecer, se han traído los neones de Berlín. Cuando llegó allí, Álex ya trabajaba en restauración, mientras que Julia era educadora infantil. Sus caminos se cruzaron en una fiesta de reguetón, y luego empezaron a vivir en otras ciudades, entre ellas Roma. Por eso preparan tan buena pasta. Aún así, tenían muy presente la intención de regresar a Valencia, y eso hicieron, trabajando durante dos años en un catering para ahorrar fondos. «Barbaric iba a ser más pequeño, con menos financiación, pero luego nos vinimos arriba. Lo que estaba claro era el sitio, el lugar elegido siempre fue Patraix», dice Sánchez, que ha crecido en el barrio. Su elección se basa, ante todo, en un tema de conciliación en un sector como la hostelería. «Pero también de coherencia, porque este proyecto respira identidad de barrio», añade. Aún con todos los estudios de viabilidad en contra, arriesgaron y acertaron. Porque un año después de la apertura, los vecinos les adoran y, a la vez, son conocidos por los gastrónomos de media ciudad. «El peor momento fue la incertidumbre del principio, pero luego lo hemos disfrutado mucho», dice Delward, que suele desempeñar su trabajo en sala.
Álex se encarga de los fogones, imposibles de clasificar. Vino natural y carta vibrante, que fluctúa en función del mercado. De repente un plato clásico, de repente una flor de calabacín, y lo mismo algo viajero. Empezaron con una carta pequeña y manejable, pero el repertorio ha ido ampliándose. «Sin que esto sea alta cocina, quizá si un poco más de autor, nos gusta acercar un tipo de comida a un tipo de cliente que a lo mejor no tenía la oportunidad de probarla. Muchos se sienten en un ambiente más de bar, más tranquilos y se atreven a probar cosas», relatan: «Gente que no tenía ni idea de vino natural, ahora es adepta». Sobre cómo evolucionará el formato, Sánchez admite no tener ni idea y dejarse llevar por la intuición: «En Barbaric trabajamos con la creatividad, con la temporada y, sobre todo, contra el aburrimiento». A partir de este primer año, además, incorporarán los cuatro manos con chefs venidos del extranjero y algunas catas de vinos naturales.
«Ser valiente no significa no tener miedo, sino mostrar coraje para sacar adelante aquello en lo que crees»
Hablando de electricidad y de movimiento, no podemos obviar la transformación de la ciudad de Valencia. Tampoco la temen. Son conscientes de que se avecina un cambio, porque solo falta fijarse en la proliferación del turismo en el centro, que empuja a los locales hacia la periferia. Pero ellos resisten, en lo humano y lo identitario. Mantienen su ticket medio, su posición de barrio y su propio camino: «Ofrecemos algo que aquí no existía». Y entre ser uno más en Ruzafa, o fomentar que la gente peregrine a Patraix… pues lo segundo. «Si Barbaric está en Patraix es porque lo sentíamos más auténtico. Al final, he sido fallero de la calle paralela, mi abuela compraba en Bodegas Santander, lo conozco desde niño…», dice Álex. «Tampoco vamos a mentir, antes de abrir estábamos acojonados. Pero ser valiente no significa no tener miedo, sino superarlo para llevar a cabo tu plan. Sentirse orgulloso de quien eres y creer en lo que haces», reflexiona Julia.
Después de muchos años de trabajar para otra gente, Álex y Julia fueron osados y ya lo tienen.«¿Qué es es ser valientes, entonces?», les pregunto. «Tener una idea clara y, pese a las dificultades, mostrar coraje para sacarla adelante. Ser tú mismo sin miedo a no gustar», responden. Defender una idea desde tu reducto, desde tu casa. En pleno Patraix, Barbaric supo erigir su propia trinchera, y qué bien nos lo estamos pasando.
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