«Antes de inventar máquinas hay que saber organizar la mente»
Escritora y presidenta del Club Senior de la UMH
ISMAEL UL ALAM
Domingo, 24 de julio 2016, 01:32
Los tórridos días de verano resultan más llevaderos en el domicilio de Margarita Fuster Maciá (Elche, 1931) en Santa Pola. Allí aprovecha las «bondades del mar» para meditar y reflexionar sobre «lo vivido». Presidenta del Club Senior de la UMH, catedrática de Filosofía y profesora jubilada de esa área del conocimiento entre otros menesteres, publicó en el pasado mes de abril, con la colaboración de su familia, el libro 'El gozo de pensar. Una filosofía para todos'. Su obra, además de recopilar los apuntes adquiridos cuando impartía clases, pretende reivindicar la importancia del estudio de la filosofía ante la «descabellada» decisión de suprimir la obligatoriedad de la materia en 2º de Bachillerato.
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-¿Para qué sirve la Filosofía?
-Se dice que consiste en una escuela de libertad porque educa a niños, jóvenes y mayores. Es un instrumento fundamental para comprender el mundo y la comunicación racional entre todos los seres humanos ante los conflictos e incertidumbres de una sociedad globalizada y enrevesada. En definitiva, impide que seamos simples marionetas al servicio de la tecnología, la religión o la política, por ejemplo.
-¿Hasta qué punto puede optimizar el raciocinio?
-Al principio, el proceso transcurre de forma inconsciente. Con el paso de los años se percibe y agradece la importancia de poseer unas nociones básicas de la materia. Sin ellas, la gente inculta, insolidaria y que falta el respeto a los demás puede acabar con todo lo que le rodea. Es lo que ocurrirá si acaba de estallar la burbuja educativa.
-La Ley Orgánica para la Mejora Educativa (Lomce) estipula que la asignatura de Historia de la Filosofía, correspondiente a 2º de Bachillerato, dejará de ser obligatoria en la Comunitat Valenciana y nueve autonomías más durante el curso 2016-17.
-Tremendo. No saben lo que están haciendo con la aplicación de esta medida. La formación crítica y amplia de la mente de los alumnos debe ser siempre una prioridad y esta materia se presta explícitamente a ello. Ya no solo para encontrar soluciones a los problemas que nos rodean, sino para despertar la capacidad de asombro que cada persona tiene. La curiosidad ante lo que todavía no se conoce pero que se vislumbra.
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-¿Por qué motivo cree que se ha llegado a tal situación?
-Imagino que a las altas esferas de poder no les interesa que el pueblo haga un ejercicio autónomo del pensamiento. Prefieren fomentar una burda masa borreguil que no se cuestione ningún concepto de la vida para que se pueda gobernar mejor. Sin sobresaltos ni réplicas. Al fin y al cabo, como bien decía Kant, «el hombre no es más que lo que la educación hace de él».
-No obstante, hay quien piensa que es mejor invertir más horas en Matemáticas..
-Nada que ver. La matemática estructura un poco el conocimiento, pero no la experiencia vital. Antes de inventar máquinas hay que saber cómo organizar las ideas. Además, la ciencia, la investigación y la tecnología surgieron de la reflexión filosófica de los seres humanos. Es decir, fue la extrañeza de la existencia la que nos hizo llegar hasta la luna o al descubrimiento del genoma humano.
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-¿Piensa que la Filosofía en el sistema educativo se ha reducido a que los alumnos memoricen las biografías de una serie de autores?
-Por desgracia, es bastante probable. Sin ir más lejos, mi nieto Javier, que acaba de cursar Filosofía en Bachillerato, me comenta a menudo la apatía que siente por la asignatura porque tiene un enfoque demasiado académico. Esa repulsión me preocupa y creo que se comienza a extender entre los jóvenes. En este caso, el papel del profesor es imprescindible. Se necesita más diálogo socrático y menos teoría anodina.
-¿Y cómo eran sus clases?
-Uy, ¡si de eso ya hace un siglo! Procuraba que fueran debates abiertos donde todos pudiesen participar. Al menos, eso es lo que dicen mis antiguos alumnos. Hay que tener en cuenta que me licencié en 1956 y viví de lleno la transición hacia la democracia. Solía emplear revistas de la época para comentarlas en las aulas. Algunas, incluso, estaban totalmente prohibidas. En líneas generales, los docentes estábamos muy concienciados con la situación política.
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-¿Es la religión tan incompatible con los pensamientos de Platón, Ortega o Kant?
-Totalmente. La filosofía trata de ver la vida con la herramienta de la lógica y la religión sustenta la salvación espiritual del individuo a través de la fe. Son dimensiones contrarias. Me gusta, y así lo reflejo en el libro, citar al filósofo Fernando Savater. Él sostiene que la ética ha de ser laica y racional porque aspira a una vida humana mejor, mientras que la religión promete algo mejor que la vida humana y más allá de esta.
-Siempre ha corrido el rumor de que la filosofía constituye un canal propicio para el adoctrinamiento ideológico. ¿Está de acuerdo?
-Sí, es un hecho cierto. Sobre todo, antiguamente. En las clases se contaba lo que se quería o interesaba a modo de propaganda política. La información estaba sesgada. Ahora ya no, salvo excepciones. Ha sido una práctica habitual en las asignaturas que engloban las humanidades. Recuerdo que mi profesor Emilio Lledó aseguraba en la facultad que éramos filósofos nutridos de sopas de convento.
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--¿Qué salidas laborales ve a la carrera de Filosofía en la actualidad?
-Debido a la incongruencia de la Lomce, ahora mismo, los alumnos que van a entrar a la universidad para estudiarla lo tienen bastante difícil. Aunque siempre hacen falta filósofos. Más de lo que se piensa. Y ya no solo para ejercer la docencia, que ha sido la salida tradicional, sino en otras ramas. Muchos científicos han realizado la carrera. Además, para la dirección de empresas se empiezan a solicitar graduados. Es imprescindible que, quien la estudie, por encima de todo, lo haga con la convicción de cultivar su interior.
-Usted cumplirá el 15 de diciembre 85 años y el Ayuntamiento sopesa la opción de homenajearle. ¿Piensa seguir desarrollando su faceta de escritora?
-(Risas) La portavoz de Compromís, Mireia Mollà, se puso en contacto conmigo hace tiempo para que una calle tuviese mi nombre. Pero ya no sé nada más. ¡Estarán esperando a que me muera! De momento, sigo trabajando en cosas, pero ya sobre mi historia y la de mi entorno en Elche. El poeta Heinrich Heine escribió un día que «no dejamos de preguntarnos una y otra vez hasta que un puñado de tierra nos calla la boca». Esa es mi postura.
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