Zapato Feroz: las pisadas 'barefoot' valencianas que valen 11 millones
La empresa especializada en calzado infantil, fundada en 2016 y pionera en el movimiento del producto respetuoso con los pies, produce 300.000 unidades al año
Esta historia se escribe desde la necesidad, con una idea que fue tomando forma desde el garaje y el jardín del propio hogar y acabó ... convirtiéndose en una empresa que hoy factura 11 millones de euros, produce 300.000 unidades y está presente tanto en el mercado nacional como internacional. Todo desde Paterna, donde está la sede de Zapato Feroz, la empresa valenciana especializada en calzado infantil e impulsora del 'barefoot' antes de que la reina Letizia introdujese el vocablo en el diccionario de los españoles.
Porque la historia de Zapato Feroz, el proyecto impulsado por Laura García y Héctor Nebot en 2016, va de la mano del nacimiento de su hijo Roc, en concreto de sus primeros pasos, pues no encontraban un calzado que protegiera sus pies. O eran rígidos o tenían forma antinatural; o eran feos o no respetaban el pie infantil. Demasiados 'peros' para unos padres que buscaban el mejor zapato para su hijo, así que decidieron confeccionarlos ellos mismos, ya que Laura –ingeniera industrial de formación– trabajaba en una empresa de calzado. Lo que comenzó siendo un 'hobby', pues ninguno de los dos abandonó inicialmente su trabajo (Héctor es ingeniero informático), empezó a coger carrerilla por el boca oreja entre amigos, familiares, etc. «Nunca pensamos que esto fuera a más», reconocen en conversación con LAS PROVINCIAS.
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Eran ellos mismos quienes realizaban la producción: montaje, martillado, secado al sol o al horno, empaquetado, envíos… Así estuvieron unos dos años, compaginando sus trabajos, la crianza de su hijo y el crecimiento de Zapato Feroz. Los pedidos empezaron a aumentar, incluso con picos de 200 o 300 coincidiendo con algún lanzamiento –lo que se traducía en la casa llena de zapatos–, y llegó el dilema de qué hacer: contratar a alguien o lanzarse por completo a la aventura de emprender.
«Hicimos cálculos para ver cuántos pares teníamos que vender a mes para sacar un sueldo de 1.500-2.000 euros cada uno», recuerda Laura. Y se lanzaron sin sentirse empresarios pero con una experiencia única en lo que hacían que les dio el valor diferencial que hoy transmite la marca: «El respeto a la crianza empieza por los pies», apunta Héctor.
Porque detrás de cada par de zapatos hay un estudio profundo de las necesidades de los pequeños, un análisis de la forma y la movilidad, un diseño cuidado (cuentan con una guía de tallas y empeines) y materiales sostenibles que se adaptan a la forma anatómica del pie, a lo que se añade que producen lo que se necesita y reparan antes que reemplazar el producto (1.500 el año pasado), lo que ha generado toda una filosofía y unos valores que hacen comunidad, una de las fortalezas de esta empresa valenciana, que vende «respeto y salud antes que moda y tendencia».
Así han pasado de vender 30 pares al día a 300.000 en un año; de facturar su primer millón a 11 millones el pasado año –cifra que aspiran consolidar este ejercicio–, de ser dos personas en sus ratos libres a contar con un equipo de 14 personas. Fabrican en Portugal, pues Laura tenía relaciones comerciales amplias de su anterior trabajo, pero la sede se mantiene en Paterna, en La Cañada.
Aquí, además, cuentan con Ferozland, un espacio de encuentro de 4.000 metros cuadrados rodeado de naturaleza (la intensidad del by-pass ni se escucha) para «la comunidad de Zapato Feroz» y donde se mezclan oficinas, zona para talleres y charlas, zona de juegos y una tienda experiencial (la única física que tiene hasta el momento), todo pensado para los padres y los más pequeños. Por allí han pasado ya más de 6.000 familias.
El 95% de las ventas corresponden a España y el resto a Portugal, Francia y Alemania, como ellos mismos apuntan «son de muchos españoles que viven fuera». Y así están cómodos porque, como explican, «tenemos mucho trabajo que hacer todavía». Aunque el grueso de la colección es infantil, con dos producciones por temporada (invierno y verano), también cuentan con una pequeña producción de modelos para adultos.
Todo ello a pulmón, es decir, autofinanciándose, sin pedir financiación o levantando una ronda, sino reinvirtiendo las ganancias y sin perder la libertad. «Escalar sin perder valores, renunciar a vender más por mantener la relación con el cliente… No hemos querido crecer rápidamente sino a nuestro ritmo, siendo sostenibles», afirman.
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