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La ministra de Economía, Nadia Calviño, en el Congreso. Efe
La economía se contagia del frenazo mundial en 2019 aunque apuesta por la subida de salarios

La economía se contagia del frenazo mundial en 2019 aunque apuesta por la subida de salarios

Las previsiones del Gobierno son que el PIB se modere hasta el 2,3%, la menor subida desde 2014, aunque sigue por encima de la eurozona

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Domingo, 30 de diciembre 2018, 00:10

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Los crecimientos superiores al 3% quedaron atrás. Las previsiones más positivas -las del Gobierno- sitúan el crecimiento español en el 2,3% el año que viene, aunque otras como las de la OCDE o el Banco de España las rebajan una décima más hasta el 2,2%. Pero aún así será el país que más crezca de la zona euro, algo muy meritorio puesto que la situación exterior no es nada favorable: las negociaciones del Brexit, la debilidad del bloque europeo, el proteccionismo de Donald Trump, las tensiones comerciales con China, etc.

Y a nivel local, la situación no es mucho mejor. La incertidumbre sobre la aprobación de los Presupuestos de Sánchez, el recrudecimiento del conflicto en Cataluña, la carga de la deuda pública, la dificultad para trabajar con el déficit actual, la problemática de la sostenibilidad del sistema de pensiones o incluso cómo afectará por la subida de tipos de interés el endurecimiento de la política del Banco Central Europeo (BCE) a partir de la segunda mitad del año. Desde el Consejo General de Economistas numeran éstos como los principales riesgos a los que se enfrenta la economía española en 2019, problemas que «pueden lastrar un óptimo crecimiento en el inicio del año que viene».

Incluso en los sectores históricamente más ventajosos para España, como el turismo, los conflictos internacionales como el 'Brexit' afectará irremediablemente a muchas zonas españolas que basan su crecimiento sobre todo en este sector, habrá que ver en qué medida. Solo la vivienda (sector de la construcción, principalmente), según los expertos, seguirá manteniendo en los comienzos del año una proyección positiva, aunque el cambio de ciclo «puede terminar afectándole negativamente».

Riesgos externos

En resumen, el principal riesgo es, por tanto, un entorno externo menos favorable que en años pasados. «Algunos de los principales mercados de exportación, sobre todo Italia y Reino Unido, apenas crecerán», explica Aurelio García, director del MBA en Finanzas del IEB. Por el lado de los mercados emergentes, experimentarán fuertes turbulencias, en especial en Argentina y Turquía, afectados por sus crisis financieras. Sin embargo, en su opinión, a pesar de que el BCE haya retirado el programa de expansión cuantitativa, los tipos de interés se mantendrán bajos hasta el segundo semestre del año que viene, lo que beneficiará a España.

Eso sí, por el lado de las exportaciones, el peor comportamiento de los mercados exteriores se traducirá inevitablemente en un menor dinamismo de las exportaciones, que -según los expertos-, crecerán un 3,9% por la menor demanda exterior y los efectos adversos de la introducción de nuevas medidas proteccionistas. Así, aunque los riesgos para este escenario proceden del exterior, el elevado nivel de déficit estructural de España y de endeudamiento público «no dejan margen de maniobra para amortiguar el impacto de una crisis», explica a este diario María Jesús Fernández, economista de Funcas.

La experta destaca que más bien puede ocurrir al contrario: «Si se produce ahora una crisis, ocurrirá como en la anterior, nos vamos a ver obligados a poner en práctica un ajuste fiscal en medio de una recesión, lo que amplificará su impacto». Y es que, según su visión, nuestra economía no ha generado desequilibrios durante los cinco años de recuperación, a excepción del endeudamiento público, por lo que «no hay ningún motivo» para que se produzca una crisis derivada de una caída de la demanda interna. Sí que los hay para esperar una desaceleración, pero simplemente por el propio «agotamiento» derivado de que entramos en una fase más madura del ciclo económico.

Por su parte, el BCE asegura en su boletín económico que en el tercer trimestre de 2018 la inversión empresarial en Europa se ha ralentizado debido a la «acusada desaceleración de la tasa de avance del componente de maquinaria y bienes de equipo». Y observan diferencias en la evolución de los distintos países que se irá reflejando en los primeros meses de 2019: mientras que la inversión registró tasas de crecimiento robustas en Francia y España, tuvo un avance bastante más moderado en Alemania y Países Bajos, destacan desde el organismo.

La gran subida salarial

Uno de los temas en los que más se ha focalizado desde que Sánchez pisó La Moncloa es la subida salarial. Después de muchas reuniones, el Consejo de Ministros aprobó al filo del fin de año -en su penúltimo encuentro- una subida del SMI (Salario Mínimo Interprofesional) de un 22% hasta los 900 euros al mes (en catorce pagas). Después de una revalorización de solo el 4% en 2018 hasta los 736 euros, el propio Gobierno del PP instaba a mejorar «la calidad» del empleo. Entonces se tenía la idea de alcanzar los 850 euros en 2020, ahora ya se habla de los 1.000 para esa fecha. «Según se recupera la economía, también deberían hacerlo los salarios. Una de las consecuencias negativas de la crisis fue una distribución más desigual de la riqueza», explicaba entonces Pedro Aznar, profesor de Economía de Esade.

Aunque organismos como el FMI, la patronal de empresarios (CEOE) o incluso el Banco de España aseguran tras estudiar los datos que irremediablemente esta subida del salario mínimo provocará la destrucción de puestos de trabajo, desde otros como la propia OCDE alaban la medida tomada por el Gobierno y reivindican que es «necesaria y razonable» porque el salario mínimo era «muy bajo» y había que aproximarlo al sueldo medio de España. «Estamos hablando de un sueldo de 30 euros al día incluso con la subida», razonaba el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, en su visita a España hace un mes.

Sobre la creación de empleo, el año que viene España seguirá la senda de reducción del paro, aunque con datos lamentablemente más modestos que los anteriores, según los analistas. La proyección del Gobierno es acabar 2019 con una tasa de paro del 13,8%, solo siete décimas inferior a la registrada al final del mes de noviembre, los últimos datos publicados por el Ministerio de Trabajo. El Banco de España es incluso más pesimista y calcula que la tasa de paro al final de 2019 puede ser del 14,1%, solo cuatro décimas menos que ahora.

Europa seguirá avanzando con marchas cortas

AUTOR: Adolfo Lorente / Bruselas

Las tensiones comerciales entre EE UU y China, un crecimiento mundial más debilitado y el alza en los precios del petróleo. Esos son los tres factores externos que van a condicionar la progresión de la economía europea a lo largo del próximo año y también en 2020. Algunos ya han tenido su incidencia en el ejercicio que llega a su fin -los volantazos arancelarios de Donald Trump y el menor impulso de los países emergentes-. De hecho, este año se cerrará con un repunte tres décimas inferior al de 2017 (2,1% frente al 2,4%), que marcó un hito en la última década del club comunitario. La desaceleración es un hecho. Y seguirá con nosotros hasta donde alcanzan hoy las previsiones macroeconómicas de la Comisión Europea.

Las más recientes se dieron a conocer hace escasamente un mes. Y dibujan los escenarios de una UE a Veintisiete, ya sin Reino Unido -sobre el papel, la activación del 'Brexit' será un hecho el 29 de marzo. El patrón no ofrece dudas: se impone la marcha corta. El próximo año el crecimiento será del 2%. Una moderación que será todavía mayor en 2020, cuando el avance se frenará en el 1,9%. Además, entre los diecinueve socios de la Eurozona los guarismos serán incluso un poco menos saludables y se situarán en un avance del 1,9% el próximo año, mientras que en el siguiente se echará el freno en el 1,7%. Los principales aumentos del PIB se producirán en Holanda (2,4% en 2019 y 1,8% en 2020), seguida de España (2,2% y 2%), Alemania (1,8% y 1,7%), Francia (1,6% tanto en 2019 como en 2020) e Italia (1,2% y 1,3%).

Si los motores de Europa no gripan, el consumo interno permitiría soportar esas proyecciones gracias a cuatro factores que estarán presentes en la práctica totalidad de los países: menor desempleo, crecimiento salarial al alza, medidas fiscales expansivas (en el caso de España, por ejemplo, los impuestos a transacciones financieras y servicios digitales), y el mayor apoyo financiero a las inversiones.

En esa radiografía dibujada por Bruselas, el paro caerá al 7,9% en 2019 en la zona euro y al 7,5% en 2020. Mientras que en el conjunto de la UE lo haría al 7% y al 6%, respectivamente. La inflación se mantendrá entre los países que comparten moneda en el 1,8% y entre los Veintisiete en el 2%. El déficit irá a peor (-0,8% en UE y Eurozona) para recortarse al -0,7% en 2020.

«Debemos permanecer alerta y trabajar más duro para reforzar la resiliencia de las economías europeas», avisó recientemente Pierre Moscovici, el comisario de Asuntos Económicos. Una advertencia ante un escenario mundial cada vez más inestable.

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