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Alberto Ara se enfrenta a otra legislatura como presidente de los autónomos valencianos en un momento de múltiples desafíos. A los ya de sobra ... conocidos se suman la ardua labor de recuperación de un número todavía indeterminado de pequeños negocios arrasados por la dana del 29 de octubre y la incertidumbre que genera la guerra arancelaria con EE UU.
–¿Cómo afronta la reelección? ¿En qué momento se encuentra la organización?
–Yo a la reelección me presenté porque considero que tengo ganas e ilusión. Y con toda modestia puedo decir que, aunque solo sea por los años que llevo luchando por los autónomos, puedo seguir aportando mi granito de arena al colectivo. Dicho esto, admito que la afronto con una cierta preocupación porque la que nos espera no es fácil. Bien es cierto que los autónomos nunca lo hemos tenido fácil, pero ahora es especialmente complicado entre los efectos de la dana y ahora los aranceles.
–¿Qué sectores atraviesan mayores dificultades?
–En este momento lo está pasando muy mal el comercio, debido principalmente a la competencia online. No lo está pasando tan mal la construcción o los oficios relacionados con este sector debido a la gran demanda que hay, más ahora con el desafío de la reconstrucción.
–¿Cree que la solución viene por darle una vuelta a la formación profesional?
–Labora está haciendo cursos rápidos para formar a profesionales, pero especialmente hace falta la formación profesional dual. Es decir, aquella en la cual se estudia la formación profesional, pero también se hacen las prácticas en las empresas. Ahí es donde realmente se aprende. Por ejemplo, los adelantos tecnológicos que tiene un concesionario de BMW o Mercedes no los tiene la escuela de formación profesional. Por eso digo que lo más importante es esa común unión que tiene que haber entre la formación teórica en las aulas y la formación en las empresas porque tienen los medios necesarios para poder enseñar la parte práctica.
–¿No le parece que se lleva muchos años reivindicando esa formación dual? ¿Por qué no acaba de llegar?
–Sí. En esta cuestión la burocracia es complicada. La burocracia es un tema que se nos come. Ahora se ha impuesto el estatuto del becario; esto no es más que poner trabas a una situación que ya está difícil de por sí. Las empresas están encantadas de enseñar y muchos de los alumnos que hacen las prácticas luego se quedan a trabajar allí, por eso hay que ponerlo fácil. La burocracia es un enorme problema que tenemos en esta sociedad y creo que solamente se rompe de dos maneras; con una colaboración público-privada y el silencio administrativo positivo.
–La ley Simplifica del Consell hace mucho hincapié en esa colaboración público-privada, ¿Cree que ya está dando sus frutos?
–Lo estamos viendo, sí, pero bien es cierto que no va todo lo rápido que debía de ir. Es cierto que hemos estado pasando por una situación muy peculiar. Pero sigo pensando que hay que seguir desarrollando esa colaboración público-privada. Por ejemplo, lo vemos en el tema de la sanidad; si resulta que hay problemas porque hay listas de espera muy largas en la sanidad pública, pues habrá que derivar a la sanidad privada. Lo que no puede ser es que un paciente vea cómo van avanzando sus patologías porque no se le atiende a tiempo. Tenemos también un problema con el absentismo laboral; hay que apoyarse en las mutuas de accidentes de trabajo y dar las herramientas necesarias para que tengan posibilidades de solución en ese tema. Es decir, yo creo que la colaboración público-privada es fundamental.
–¿Y el silencio administrativo positivo se está aplicando ya?
–No, todavía no se está aplicando. No olvidemos que el 94% de las empresas españolas tienen menos de cinco trabajadores. En estas empresas, el músculo financiero es la familia, ya sea porque les prestan el dinero o bien porque los avalan. Por todo ello, este colectivo no se puede permitir el lujo de estar 18 meses pagando 1.500 euros de alquiler con el IVA correspondiente y esperando a ver cuándo le dan la licencia de obra para poder hacer la reforma del local que ha solicitado. El silencio administrativo positivo es fundamental.
–En su discurso tras la reelección, señaló las diferencias entre las ayudas que deberían concederse por la dana y las que se concedieron por la pandemia.
–En el periodo del confinamiento se produjo un lucro cesante, o sea, la gente no facturó durante ese tiempo. Pero ahora no sólo tenemos un lucro cesante, también hay un daño importante que reparar. Tras la pandemia, tan sólo había que volver a enchufar los ordenadores y las máquinas. Con la dana, además, tenemos el problema de que para poder iniciar la actividad tenemos que tener dos cosas fundamentales: saber cuánto cuesta volver a poner en marcha el negocio y saber cuánto voy a recibir en indemnizaciones y ayudas, además de saber qué capacidad de endeudamiento tengo. Sin embargo, las ayudas son insuficientes, el Consorcio está desbordado y tampoco hay seguridad sobre la reparación de infraestructuras.
–¿Cuántas veces han solicitado que se prolongue la prestación por cese de actividad y que se eliminen los límites de cuantía en las subvenciones?
–La petición de cambiar el marco temporal que regula la recepción de ayudas de la dana se hizo al Gobierno en noviembre. La extensión de la prestación por cese de actividad la hemos pedido en tres ocasiones. Esa prestación terminó el 30 de enero. Se lo dijimos a la delegada del Gobierno y al ministro de Economía en dos ocasiones, una de ellas con los Reyes de España presentes. Carlos Cuerpo dijo que se volvería a conceder con carácter retroactivo. Pero con eso hay un problema: los autónomos no pueden ir al supermercado ni pagar facturas con carácter retroactivo. Igual que los ERTEs, cuando se han acabado, se han prolongado, pedimos lo mismo con la prestación.
–¿Teme que la Administración pida la devolución de las ayudas de la dana igual que se está haciendo con algunas ayudas del por el Covid?
–Con el tema de las ayudas del Covid, se está pidiendo la devolución en algunos casos muy concretos y son por cuestiones administrativas, como puede ser la ausencia de la copia del DNI o cualquier documento. Además, otra parte de esas ayudas que se está solicitando luego se ganan en los tribunales. Respecto a las de la dana, creo que es muy difícil que suceda. Por otro lado, aprovecho para reivindicar que se han dejado fuera de ayudas a los autónomos itinerantes, aquellos que no son de los municipios afectados pero a los que les pillaron las riadas en sus trayectos y se han quedado sin su medio de vida.
–Veo que muchas de las exigencias que hace van dirigidas al Gobierno, ¿alguna para la Generalitat?
–Las ayudas van con arreglo a los recursos de cada administración. Cuando alguien lo pierde todo y no tiene nada, mira al Estado y el Estado son todas las administraciones. Hay que aportar con arreglo a lo que tiene cada una y por ello es importante que trabajen más unidas y coordinadas que nunca. Quien más tiene, más podrá aportar. No digo que lo esté haciendo mejor la Generalitat, pero intento ser justo. A la Generalitat le reconozco que fue ágil con las ayudas directas de 3.000 euros que concedieron en cuestión de 10 días, pero del mismo modo digo que fueron insuficientes porque con 3.000 euros un comercio pinta el local y poco más. Es que volver a la actividad para un pequeño negocio puede rondar los 150.000 euros. Si ese autónomo recibe 5.000 o 7.000 euros, pues poco puede hacer. Por eso hago hincapié en la colaboración entre administraciones. Al final esto lo tenemos que sacar entre todos, como ya ha demostrado la sociedad civil, que ha sido la primera en arremangarse y llevar las maquinarias para retirar vehículos y limpiar el fango.
–Por si fuera poco, ahora se suma la incertidumbre de lo que sucederá con la guerra arancelaria emprendida por Estados Unidos...
–Esta guerra no es buena para nadie, para nadie y sobre todo no es buena para los más débiles y los más débiles son los autónomos. Está todo interconectado. Un autónomo aquí puede ser que vea encarecido algún material que necesita. O, por ejemplo, un autónomo que sea transportista, si hay menos comercio internacional, hay menos carga de trabajo y , por tanto, menos facturación.
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