El físico del Real Madrid domina el inicio de la final de la ACB
El Valencia Basket se desquicia por la falta de acierto y no encuentra la fórmula para ganar tras perder una gran oportunidad en el tercer cuarto (89-75). El esguince del dedo meñique con el que está jugando Montero es el símbolo de un momento en el que saber apretar para luchar por la Liga
Cuando Juan Roig saludó a la afición del Valencia Basket en la previa del partido sólo había dos cosas en la Avenida de Felipe ... II; casi cuarenta grados a la sombra y más de 300 aficionados valencianos, ondeando decenas de Senyeras, que soñaban con ganar el primer partido de la final de la ACB. El equipo de Pedro Martínez no viajó a Madrid con la intención de rascar una victoria para recuperar el factor campo sino para centrarse partido a partido siguiendo la senda que están marcando en el playoff. No pudo ser en el primer combate, puesto que el triunfo cayó del lado blanco pero ahora es momento de afilar aún más el colmillo y no caer en el error de que es imposible tumbar al Real Madrid en su casa. Ahora es cuando más debe recordarse aquella reflexión de San Emeterio, hace ocho años, cuando también se perdió el primer partido de la final de 2017. Aquello de darse golpes a la pared con la cabeza hasta romperla. Mañana, habrá un nueva oportunidad para hacerlo y recuperar la ventaja de campo antes de que la final viaje a la Fonteta. Lo tiene claro, sobre todo, el Real Madrid. Hay mucha presencia en el staff, y en la pista con Llull, que vivió lo sucedido hace ocho años y que repitieron, nada más ganar el primero de la final, que ahora más que nunca debían respetar al Valencia Basket porque la batalla del segundo partido será diferente.
Es muy complicado que el equipo taronja repita dos partidos seguidos con un 11 de 35 en triples. Con la falta de acierto, los valencianos no supieron encontrar una vía alternativa y esa frustración ofensiva fue un vaso comunicante para bajar la guardia en defensa para que el Real Madrid, en el arranque del último cuarto, pegara el estirón final para amarrar la victoria. En esa frustración, el estado físico de Montero es un buen símbolo. El dominicano lleva jugando desde el segundo partido de la semifinal contra La Laguna con un esguince en el dedo meñique de su mano derecha. Algo que le limita en el manejo, que es una de las claves de su estilo de juego. Intentar recuperar sensaciones, a lograr acostumbrarse a jugar con esa molestia, será clave en lo que resta de final.
En una primera parte con mucho desacierto por parte de los dos equipos, la gasolina en las piernas a estas alturas del curso también se traslada a la bajada de porcentajes, los tres puntos abajo con los que se marchó el equipo al descanso, tras una canasta de Jones para poner el 35-33, fue el mal menor. Es cierto que el Real Madrid impuso en pista un ritmo más lento. El que le conviene en la actual postal de los dos equipos. Hay un dato que lo explica y es que cuando llegó el primer cambio del partido de Chus Mateo (Feliz por Campazzo) a Pedro Martínez ya le había dado tiempo para meter a un quinto nuevo en pista. Ese inicio dinámico de los valencianos, siguiendo la gran inercia de la semifinal contra La Laguna, puso un 4-11 de inicio pero la reacción del Real Madrid fue tan fulgurante como un 11-0 (15-11) desde que construyó una renta de cuatro al final del primer cuarto (19-15) con un Valencia Basket que acumulaba tres pérdidas y un 3 de 11 en triples que era una tendencia.
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El segundo cuarto comenzó con otro fallo en el triple de los taronja (3 de 12) y perdonando faltas para canastas fáciles de Campazzo o Feliz que desesperó a Pedro Martínez. Con razón. Es cierto que ahí llegó un argumento para seguir confiando en las opciones de victoria de los taronja puesto que el Real Madrid no aprovechó la, de largo, peor primera parte en lo que va de playoff de los valencianos para aumentar su renta más allá de los seis puntos.
Una de las claves de la derrota taronja llegó en el arranque del tercer cuarto. Desde el 38-32, un parcial de 4-16 (rematado con triple de Pradilla para el 42-48) puso el partido en una pantalla que no supo aprovechar el Valencia Basket. Con una rotación más limitada, y menos oxígeno en las piernas, algunas caras de los jugadores del Real Madrid comenzaron a transmitir preocupación por ese momento físico. Salieron, como siempre hace este tipo de equipo, con la casta de hombres como Musa. Capaces de estar desaparecidos todo un partido para liderar un zarpazo de 7-0 (49-48) desde donde fue creciendo el equipo blanco hasta el 64-60 del final del tercer cuarto. El Real Madrid, a diferencia de su rival, sí que supo leer que ese era su momento y se llevó por delante el partido, y el primer punto de la final, con un 12-2 de arranque del último cuarto (74-62) que fue un golpe tan fuerte que a los pocos minutos ya se había convertido en un 84-66. Un parcial de 42-18 desde aquel 42-48.
Real Madrid: Campazzo (12), Abalde (6), Hezonja (7), Ndiaye (-) y Tavares (14) —quinteto inicial— Feliz (18), Musa (11), Llull (11), Fernando (6) y Garuba (4).
Valencia Basket: Montero (3), Badio (20), Ojeleye (5), Pradilla (7) y Reuvers (5) —quinteto inicial— Jones (10), Costello (8), Arostegui (7), Puerto (3), Soriano (4), De Larrea (3) y Sestina (-).
Parciales: 19-15, 16-17 (35-32); 29-28 (64-60) y 25-15 (89-75).
Árbitros: Antonio Conde, Carlos Cortés y Arnau Padrós.
Incidencias: 10.064 espectadores.
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