

Secciones
Servicios
Destacamos
Manolo el del Bombo nos ha dejado este jueves a los 76 años de edad. El encendido forofo de la Selección Española de Fútbol ... y del Valencia CF irrumpió por primera vez en la escenografía durante el Mundial de 1982 que acogió España y desde entonces no hubo Copa del Mundo en la que faltase su singular modo de animar al combinado nacional.
Los Mundiales de México 1986, Italia 1990, Estados Unidos 1994, Francia 1998, Corea y Japón 2002, Alemania 2006, Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y Rusia 2018 contaron con la presencia de este caluroso hincha, que vio cortada una racha legendaria en 2022 por una polémica anécdota. Fue entonces cuando la Federación Española de Fútbol le proporcionó las entradas para asistir a los partidos de la selección en el Mundial de Catar y le facilitó los vuelos, pero no el alojamiento que necesitaba para entrar a aquel país árabe, lo que le dejó finalmente en tierra.
«Estoy muy triste porque yo tenía todo arreglado y dos días antes de marcharme me dicen que tengo que tener hotel. Me extraña que quienes me han dado los billetes no me buscaran hotel aunque lo pagara yo», relataba por aquellos días en televisión Manolo, al que consumía la pena por el hecho de no poder acompañar a la selección española en un gran torneo por primera vez en cuatro décadas.
La Federación le aseguró que si España alcanzaba las semifinales, le pagarían el hotel, pero la eliminación en octavos de final a manos de Marruecos desbarató aquellos planes para pesar de Manolo, que no pudo reprimir las lágrimas desde la lejanía. Para entonces, al aragonés pero valenciano de adopción, que disponía de una docena de bombos, le llegaron a ofrecer hasta 20.000 euros por uno de ellos, según contó en una entrevista, y ya había cerrado el bar que regentaba en Valencia, situado a pocos metros del estadio de Mestalla, el cual resultaba una cita ineludible para los buenos aficionados al fútbol y especialmente para los devotos de la selección española. Después de 32 años de actividad, la pandemia le obligó a bajar la persiana de un recinto que se había convertido en un verdadero museo del balompié.
Se había trasladado hasta un pequeño apartamento de la localidad castellonense de Moncófar, donde vivía de su pensión, tras toda una vida trabajando, entre otras cosas, para costear la pasión que alimentaba su existencia. «Espero que algún día se me reconozca lo que he hecho con la selección», decía un hombre que llevaba a sus espaldas cientos de partidos, no solo de carácter oficial, sino también amistosos que convirtió en una auténtica fiesta con el rugido de su bombo y la famosa boina de tamaño XL que adornaba su presencia.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El Cachorro entrega a Roma la procesión de todos los tiempos
ABC de Sevilla
Publicidad
Publicidad
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.