Las apariencias engañan

La historia del viajante de comercio Willy Loman como reflejo del fracaso del gran sueño americano es un clásico del siglo XX. Esta propuesta con libreto de Natalio Grueso da un aire contemporáneo al original manteniendo la fidelidad al argumento y sus temas, sobre todo al sentimiento atormentado de Willy por su mediocridad, con sus recuerdos y las relaciones con su paciente esposa y sus dos hijos que lo idealizaron en el pasado pero desprecian en el presente cuando descubren la falsedad de su vida.

Esta contemporaneidad se advierte en la eficaz puesta en escena, sobre todo en las transiciones temporales, con delimitados vaivenes y retrospecciones incluso en la misma secuencia sin perder las tramas. Logra el necesario distanciamiento evitando el sentimentalismo para reforzar el conflicto y las ideas sobre el capitalismo salvaje y el fracaso del falso éxito. Desarrolla las relaciones de unos personajes con mucho ego, salvo Linda cuyo sacrificio constante por su familia sí es emotivo, dentro de la escenografía claustrofóbica de una pared de ladrillos gris, como su vida, con imágenes en blanco y negro de los espacios de la acción proyectadas en la parte superior, diseñada por Jorge Hugo Ferrari, también creador del vestuario representativo de los caracteres.

Como obra de personajes, necesita unas interpretaciones vigorosas. El público se sentirá atraído por la presencia de Imanol Arias, muy alejado del televisivo Alcántara, para mostrarnos al hombre corriente que ha disimulado sus miserias inculcando las ideas de la ambición de triunfo y éxito social y económico, cuando en realidad tiene dificultades para llegar a fin de mes y su sacrificio profesional de más de tres décadas se tambalea al disminuir su productividad por su cansancio por la edad, consumado en un despido porque el sistema económico capitalista expulsa a quien pierde rendimiento. El conocido actor se muestra firme y resolutivo, dando la perfecta imagen del hombre aparentemente triunfador y adaptado que esconde secretos en su vida. Excelente. Mejor que aquel en 'El coronel no tiene quien le escriba'.

El resto de actores convence. Excepcional Cristina de Inza soportando el peso del marido con un cariño que intenta borrar el fracaso. El resto de personajes secundarios desarrollan con solvencia sus personajes, con los hijos Jon Arias, con suficientes tablas como su padre Imanol para el Biff frustrado descubridor de la realidad, y el más desenvuelto y dubitativo Carlos Serrano-Clark (Happy), Virginia Flores con convincentes mínimas apariciones como la amante que quiere a Willy por su apariencia exitosa, y el siempre efectivo Jorge Basanta y Fran Clavo doblando los cuatro personajes restantes. Un elenco que sumerge con facilidad en el argumento gracias a la dirección de Szuchmacher.

El mérito del montaje es mantener la dureza del relato con una narrativa voraz sobre las dicotomías entre la apariencia y la realidad, el éxito y el fracaso y el autoengaño, a pesar del paso de los años. Pero sobre todo por dar viveza actual desde el pasado representado a la radiografía del éxito como mantra de la sociedad estadounidense y su modo de vida extendido.