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Tráiler de 'Nadie quiere la noche'.
'Nadie quiere la noche'

'Nadie quiere la noche'

Isabel Coixet dirige a Juliette Binoche en un peculiar melodrama existencial centrado en el viaje al Polo Norte emprendido por una mujer occidental, dispuesta a reunirse con su marido explorador en el extremo más septentrional del eje de la Tierra

ANTON MERIKAETXEBARRIA

Viernes, 29 de enero 2016, 12:35

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No acierta la directora Isabel Coixet con sus últimas películas, abocada desde un punto de vista estrictamente cinematográfico a una especie de apagón creativo. En 'Nadie quiere la noche' nos enjareta un peculiar melodrama existencial, centrado en el viaje al Polo Norte emprendido por una mujer occidental, dispuesta a reunirse con su marido explorador en el extremo más septentrional del eje de la Tierra. La gélida tundra sirve de marco a las peripecias de dicha dama, donde también surge la entrañable figura de una muchacha indígena, como contrapunto al personaje encarnado con su proverbial elegancia por Juliette Binoche.

Es evidente que los productores no han echado la casa por la ventana en cuanto a vestuario y ambientación se refiere para esta película de época (la acción se sitúa en 1908), trufada de escuetos diálogos, una planificación llena de elipsis y una fotografía (cortesía de Jean-Claude Larrieu) que plasma de forma precisa un paisaje deslumbrante. La película de la autora de 'A los que aman' plantea asimismo la supervivencia de la cultura indígena frente al hombre blanco nuclear, sin que falte por tanto la vertiente antropológica de la mágica cultura inuit.

'Nadie quiere la noche' se bifurca aquí en dos tramas paralelas bastante bien estructuradas, pero a las que les falta brío, ritmo intenso y un mayor poder de fascinación. Hay aventura en estado puro, atractivos escenarios naturales, defensa del espíritu tribal, introspección psicológica y, cómo no, la imprescindible historia de amor. Sin embargo, el filme se empantana acá y allá, se alarga de forma innecesaria y, a la postre, resulta más frío que un carámbano. Tal vez en sintonía con el inmenso sudario de nieve que cubre unos parajes desérticos, conocidos como Dominio Glaciar. En resumidas cuentas, no aporta nada nuevo esta película repleta de situaciones esquemáticas a más no poder.

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