Chaves Nogales en Valencia: el maestro que estuvo aquí
El autor de 'A sangre y fuego' llegó a Valencia tras la caída de Madrid. Su estancia es aún un misterio sin resolver
Noviembre de 1938. Las tropas del bando llamado nacional toman por fin Madrid luego de un largo tiempo de asedio. Es un capítulo bien conocido ... del apartado menos luminoso de nuestra Historia, que detona una serie de peripecias adicionales, muy diversas según dónde se sitúe la mirada: para el Ejército de Franco, suena la hora de la victoria, aunque el triunfo definitivo aún tardará un año en llegar. Por el contrario, vencen el desánimo y el miedo entre los derrotados. Buena parte de ellos, fieles al régimen republicano, emprende la huida hacia Valencia, otro capítulo histórico abundantemente investigado... donde sin embargo siempre hay espacio para las tinieblas. Por ejemplo: entre quienes llegan a Valencia figura el periodista Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897), entonces en la cima de su fama. Pasarán luego décadas en que su nombre quede sepultado en olvido, pero su reciente reivindicación activa unas cuantas dudas al respecto de su etapa en Valencia. ¿Qué hizo entre nosotros? ¿Dónde vivía? ¿Qué amistades frecuentaba? Las siguientes líneas aspiran a responder a esas preguntas.
Contesta su biógrafa, la historiadora María Isabel Cintas, una de las personas decisivas para que Chaves merezca hoy el reconocimiento que merece en atención a su categoría inmensa más que como periodista: como escritor en toda su extensión. Autor de 'A sangre y fuego', sobre la Guerra Civil, precisamente, o 'La agonía de Francia', en torno a la II Guerra Mundial, entre otras cumbres de la literatura, murió poco después de la contienda fratricida, en mayo de 1944 ya desterrado en Londres. Unos años antes había pasado en efecto por Valencia, como Cintas recoge en su canónica publicación 'Andar y contar', dedicada a glosar la talla humana y profesional de Chaves. «Yo lo dejé en Valencia entre los días 6 y 7 de noviembre del 36», señala en referencia a la información procurada por otro escritor de la época, Jesús Izcaray, «y allí se perdió el rastro».
Alude Cintas a ese otro libro nuclear para entender la trayectoria de nuestro héroe: Jesús Izcaray, periodista igualmente como Chaves y contemporáneo suyo, dejó escrito esa epopeya colectiva en 'Cuando estallaron los volcanes', que ella cita en el prólogo de una publicación clave en el corpus del prolífico periodista andaluz, 'La defensa de Madrid'. «Si hemos de dar por buena la versión de Izcaray», escribe Cintas, «Chaves había salido de Madrid el mismo día que el Gobierno, el 6 de noviembre». Y añade: «En su libro cuenta cómo Chaves propone la salida hacia Valencia el mismo día 6, en un automóvil en el que iban Benavides, Paulino Masip, Clemente Cimorra, Izcaray y el propio Chaves», acompañado por otros prestigiosos intelectuales de la época, adscritos la mayoría al diario 'Ahora', que Chaves dirigía. «Cuenta Izcaray», prosigue la biógrafa de Chaves, «la llegada a Valencia y la dispersión posterior de los integrantes de la expedición, y cómo él mismo se siente apesadumbrado por la que vive como deserción, y planea volver a Madrid en unos días». Y añade Cintas: «Izcaray no comenta más acerca de Chaves, que tal vez volvió con él, o por otros medios; el caso es que según se desprende del relato que presentamos (y según propia confesión, si consideramos suyo el artículo sin firma que sirve de presentación a la edición inglesa de 'La defensa de Madrid'), volvió a Madrid». «Y aunque hay más indicios de que esto pudiera haber sido ser así, no tenemos otras pruebas concluyentes», reconoce.
Esta teoría que Cintas avanza es la hipótesis más sólida de que dispone la historiografía para determinar cómo se sustanció la estancia de Chaves en esta orilla del Turia. Otros autores cuestionan sin embargo esta posibilidad o la ponen en cuarentena. Alegan que las sombras prevalecen en el relato de esos años tumultuosos, de donde llega información a menudo contradictoria o con frecuencia poco fiable. Hay quien sospecha, como el escritor Abelardo Linares que ha estudiado con minuciosidad y rigor la figura del creador de 'El maestro Juan Martínez que estaba allí', una de tantas de sus obras maestras, que en realidad pudiera ser que Chaves apenas pisara Valencia para proseguir raudo su huida con dirección a Barcelona, para desde la capital catalana pasar la frontera en cuanto pudiera a Francia, que tal vez imaginaba como un destino más seguro.
La propia Cintas tiene anotado que su familia lo aguardaba en Barcelona para, en efecto, desplazarse a París «en los preámbulos de la Navidad» de ese año. «A falta de mayor confirmación», sostiene que Chaves «pudo acudir primero a Valencia, volver a Madrid al conocer la creación de la Junta de Defensa por parte del general Miaja, entrevistarlo y salir finalmente al exilio días después, tras los bombardeos sobre Madrid». Una teoría que casi un siglo después continúa siendo imposible de demostrar. Chaves no dejó constancia documental de sus días en Valencia, a pesar de su acreditada condición de grafómano. Sí que sabemos que en noviembre de 1938, cuando el escritor ya debía estar instalado entre nosotros, Chaves escribió en el boletín de 'La Paix Civile', editado en Francia, un artículo donde empleaba el término de «guerra de exterminio» para aludir al país en llamas del que huía, lamentándose en términos muy acres del sombrío paisaje que le rodeaba: «La victoria absoluta de uno de los dos partidos sobre el otro sólo representaría un beneficio positivo para los criminales del partido vencedor que aspiran a asegurarse, mediante la victoria, la impunidad de sus crímenes».
El escritor huyó de Madrid junto a otros intelectuales republicanos, pero su rastro valenciano se pierde a finales del 38
Son palabras proféticas. Para entonces, había alcanzado ya una lucidez vital, escalofriante cuando se revisan sus escritos a la luz del paso del tiempo. Es un Chaves mortalmente herido de pesimismo, el incurable mal que segaría su vida apenas unos años después. Su talla desde entonces no ha parado de crecer. El escritor y académico Antonio Muñoz Molina, uno de sus más encendidos partidarios, ahora valenciano de ocasión como él, le tiene dedicado este sincero elogio: «Hay muy pocas personas que hayan mantenido su independencia personal, su bondad, y su amor concreto por los seres humanos».
Es el mismo Chaves cuyo rastro valenciano continúa pendiente de aclararse. Podemos pensar que, como apuntan varios historiadores consultados para este artículo (José Luis Salado, Francisco Cánovas o Antonio Calzado), sería asiduo de los círculos republicanos cuyo campamento base fue el antiguo hotel Palace, que aún resiste abierto en la calle de La Paz, a cuya puerta una placa recuerda su estatus como embajada provisional de esa España que huía de Madrid. Tampoco ofrecen más pistas los historiadores Javier Navarro y Sergio Valero, editores de 'Valencia. Capital de la República', que detallan en esa valiosa publicación cómo era la ciudad de entonces, una abigarrada geografía humana donde reinaba la confusión. Difícil por lo tanto detallar qué fue de Chaves cuando estuvo aquí. Pero queda su memoria, sus textos visionarios, la dimensión descomunal que le ayudó a ser malquerido por unos y por otros. El autor de estas líneas: «Fascista o comunista, capitán del Ejército o comisario político, el que nos hará remar a latigazos hasta salir de esta galerna ha de ser igualmente cruel e inhumano. (...) Habrá costado a España más de medio millón de muertos. Podía haber sido más barato».
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