10 Sentidos, la cita cultural obligatoria en Valencia

La clausura ofreció dos trabajos brillantes. Jérôme Bel (París, 1965) deleitó con una obra titulada con su nombre y apellido donde repasa su vida y su trayectoria, ofrecida como teatro conferencia y confesión. Cuando decidió convertirse en coreógrafo buscó nuevas formas de entender la danza y sus efectos sociales. Su pretensión era mover al individuo, provocar al espectador, que incluso abandonaba indignado sus «antiespectáculos». De esa manera, rescata imágenes y vídeos de 'om donne par l'auteur' (1994), 'Jérôme Bel' (1995), con duras escenas sobre la identidad y la desnudez, 'Shirtology' (1997), con una original secuencia para denunciar el consumismo y la masificación del individuo. Muy sugerentes las imágenes de 'Disabled Theater', con actores discapacitados, donde ironiza, porque Bel también pone golpes humorísticos, sobre lo que hace un coreógrafo cuando no tiene ideas: decirle a los intérpretes que hagan lo que sepan hacer.

¿Y por qué Bel era ideal para esta edición del festival? Porque, como expresa casi al final de las dos horas de duración, a mediados de la pasada década decidió no viajar más en avión por ser un medio de transporte altamente contaminante. De ahí el cambio de rumbo. Desde entonces ofrece una versión parisina y otra en el exterior. En esta obra autobiográfica sorprende desde el primer momento el que haya una actriz que se presenta diciendo «Soy Jérôme Bel». Una mujer que dice ser un hombre. Se trata de Núria Lloansi, que maravillosamente presta su voz a Bel sentada en una mesa manejando el equipo técnico. Incluso da luz a espectadores que entran o salen de la sala.

Si este ingenioso trabajo performativo y experimental de una gran figura internacional encandiló al público, casi todo amante de la danza, no menos atractivo fue 'Megaestructure'. Sarah Baltzinger e Isaiah Wilson construyen imágenes de dos cuerpos en constante convivencia hasta su fusión o separación, en un espacio vacío, sin música ni iluminación. El espectador siente el silencio (algo que no respetó a veces algún fotógrafo), la respiración, los sigilosos jadeos de la pareja y los pequeños ruidos. Porque lo fundamental es el planteamiento reivindicativo del cuerpo como el elemento imprescindible para toda experiencia inmersiva frente a lo accesorio. La pareja es sensacional, con una flexibilidad y torsiones sorprendentes y difíciles más una versatilidad corporal apabullante para construir imágenes derivadas del binomio fusión-separación.

Hubo otros trabajos interesantes en el festival. Como 'La Antoñita', sensacional composición breve sobre La Singla, una bailarina flamenca sorda real, sobre la que Irene de la Rosa como intérprete y Rosa Sanz como directora han investigado para revelar cómo construir un trabajo a partir de las vibraciones o la iluminación por quien no puede escuchar la música. Excelente.

Menos lo fue la instalación 'The Third Reich' de Romeo Castellucci con música de Scott Gibbons, donde el aluvión de palabras proyectadas fue excesivamente largo y con el tiempo aportaba bien poco a la reflexión sobre los discursos.

Larga vida a un festival con mucho sentido.