El caso del cuadro de un pintor valenciano recién adquirido por Cultura
El retrato de un héroe español de la independencia americana, obra de Maella, ingresa en el Museo del Ejército tras ser comprado por el Gobierno ·
Para la mayoría de valencianos, el nombre del protagonista de estas líneas, Mariano Salvador Maella, tal vez apenas les dirá nada. Habrá quien, mejor informado, ... asocie su firma al monumental lienzo que brilla en la catedral, dedicado a San Francisco de Borja, retratado ante el cadáver de la emperatriz Isabel, que decora la capilla donde se honra al santo, escoltado por sendas piezas del inmortal Goya, con quien Maella rivalizó en vida. Habrá también a quien le suene el nombre del artista valenciano... porque sirve para bautizar una calle enclavada por la jurisdicción de avenida de Francia, pero será una minoría: a pesar de la enorme fama que alcanzó en vida, cuando competía como el gran pintor de la Corte con el genio aragonés, Maella es una figura no demasiado conocida a nivel popular. Y sin embargo, a su acreditada maestría como pintor, añade que está bien representado en su ciudad natal (es el caso del Museo de Bellas Artes), lo cual debería acrecentar el interés por su obra, que incluye una pieza recién adquirida por el Gobierno español para ser exhibida en el Museo del Ejército. Una curiosa historia: una posible serie de Netflix.
Introducción. Según relata el diario ABC, el Ministerio de Cultura acaba de comprar un retrato original de Maella, donde aparece vestido a la usanza de la época un caballero llamado Bernardo de Gálvez, actor secundario de esta historia. Gálvez, héroe de la independencia de Estados Unidos, fue un almirante español a quien el país del dólar tiene entronizado desde que, al mando de la misión que nuestro país defendía en Nueva Orleans, contribuyó a la derrota militar de la metrópolis (las tropas inglesas) en la célebre batalla de Pensacola: gracias a su brillante estrategia, que movilizó armas y provisiones en favor del Ejército de liberación que comandaba George Washington, logró la rendición británica y en justa recompensa el luego primer presidente del país recién alcanzada la independencia le invitó a desfilar con él por las calles de Filadelfia luego de la firma de la paz con el Gobierno de Londres.
Nudo. Presentado el personaje, nuestra historia avanza y pasa por Valencia, donde Maella nació en 1739. Fue un brillante y precoz artista, que en 1750 ya se traslada a la Corte madrileña para deleitar con su magisterio a la clientela habitual para un pinto de la época. Pasó por Roma en el periodo de formación, bebió de la influencia de otras cumbres de aquella España, como González Velázquez o Mengs, y acabó convertido en pintor de cámara de la dinastía borbónica, nada menos. Era el año 1774; nueve años después, ya tiene a Gálvez posando para él para ese retrato que ahora se incorpora a los fondos del Museo del Ejército de Toledo, previo pago de 60.000 euros. Es la última etapa, por el momento, de un azaroso itinerario que relata el diario madrileño: un viaje que comenzó cuando desde Estados Unidos se reclamó a España una obra que inmortalizara al militar español. Mediante una carta firmada por Oliver Pollock, comerciante norteamericano a quien por cierto se atribuye la invención del signo del dólar, desde aquel lado del Atlántico se informa de que se quiere reconocer el mérito de Gálvez para que el cuadro cuelgue de las paredes del Congreso.
Desenlace. El final feliz que ahora culmina las peripecias que vivió el cuadro sirve para confirmar unas cuantas cosas. Primero, la enorme estatura de Gálvez, otro de tantos hijos de España cuyos méritos se aprecian mejor lejos de nuestras fronteras. Lo segundo que llama la atención en este relato es cómo los caminos del arte son inescrutables: la obra pasó a manos de los herederos del militar, que lo vendieron en subasta. Fue a parar a la familia de otro insigne español, el aviador Carlos de Haya, en cuya residencia madrileña durmió durante 130 años hasta su reciente adquisición por un precio contenido: según explica a ABC el experto Manuel Olmedo, vicepresidente de la Asociación Bernardo de Gálvez, de haberlo adquirido la Administración norteamericana, estaríamos hablando de millones de dólares. Lógico teniendo en cuenta que para aquel país, el militar malagueño es un héroe de extraordinaria talla. Barack Obama lo nombró en 2014 ciudadano honorario, distinción que sólo alcanzan otras luminarias como Winston Churchill o la madre Teresa de Calcuta, y tanto en Galveston (Texas) como en la capital, Washington, sendas estaturas recuerdan su contribución a que Estados Unidos sea hoy un país independiente. También sus paisanos malagueños de Macharaviaya le rinden un honor semejante: al menos por esa parte, la deuda española con Gálvez está más o menos sellada.
Moraleja. En el tercer factor que entra en juego cuando se pone el punto final a esta historia palpita el ADN valenciano: que tal vez ayude a un reconocimiento mayor al que tiene Maella en la ciudad que le vio nacer.
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