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Más de 1.000 representaciones, 450.000 espectadores y seis temporadas en cartel. Y eso solo en España. 'La función que sale mal' no podría ... haber salido mejor. Este fenómeno teatral dirigido en su versión española por Víctor Conde continúa dando la vuelta a España con una trama de lo más divertida: un grupo de actores se enfrenta al día del estreno de una obra de misterio dando pie a todo tipo de desastres que acaban por confirmar, como la Ley de Murphy, que si algo puede salir mal, efectivamente saldrá mal. Un homenaje al teatro tradicional inglés que se podrá ver en el Teatro Olympia hasta el 18 de mayo. Hablamos con uno de los actores del elenco, Arturo Sebastià, sobre la obra, su trayectoria y el hecho teatral.
-El triunfo de la obra está siendo redondo. Qué responsabilidad estar ahí dentro, ¿no?
-Sí. Es una obra internacional. Ha estado en Broadway, en Brasil, en Portugal, en Londres. Saber que estás en una función que al final es una marca propia da canguelo a veces (ríe). Ahora llevo ya dos años trabajando en el espectáculo, entonces estoy más relajado. Aunque nunca te puedes confiar, porque si te descuidas todo puede cambiar en cualquier momento.
-El caos escénico es la mayor virtud de esta obra, que hace que el público ría a carcajadas. Da la impresión de que cada vez es más difícil hacer reír al espectador, ya sea porque con tanta oferta se ha hecho más exquisito, o por la cantidad de estímulos del mundo en que vivimos.
-El humor es muy subjetivo. A mucha gente le hacen gracia los chistes inteligentes, y hay quien se ríe a carcajadas con un payaso tropezando. La gracia de 'La función que sale mal' es que tiene muchos tipos de humor, desde gags más finos e inteligentes hasta el humor más básico posible, casi tanto como el tartazo al payaso. Hay un poco de todo, así que es una obra para todos los públicos. Esa es la razón de su éxito: está muy bien construida. Sus creadores son gente muy inteligente. Además de todo eso, es un homenaje al teatro tradicional. De hecho, es un producto muy inglés. En la trama, los personajes quieren representar su obra al estilo Agatha Christie y les acaba saliendo más del rollo de los Monty Python. También tiene retazos del estilo humorístico de Mr. Bean. Es una obra que congrega muchos elementos muy buenos.
-¿Está adaptada a la española de alguna manera?
-No, porque no le hace falta. Es una obra con un humor muy universal.
-Lleva en la obra desde 2023. ¿Cómo es interpretar al mismo personaje durante tanto tiempo?
-Estamos asentados en Madrid de martes a domingo, así que convivo con mi personaje casi día a día. Ya lo tengo muy trabajado, pero es cierto que cada día supone un grado más de esfuerzo para que salga bien a todos los niveles. Ningún día es igual, porque el teatro está vivo. Si vienes dos días seguidos, verás la misma función, sí, pero no será igual. Un día estás perfectamente, otro has tenido un problema, otro te duele la cabeza. Y sales al escenario igualmente. No me gusta decirlo, pero el teatro tiene algo de terapéutico. Sales a escena y te olvidas de todo. Eso es una maravilla.
-Han rodado por España y has visto las virtudes y los defectos de la escena teatral de otros lugares. ¿Cómo ve la nuestra?
-En Valencia, el público es maravilloso. Está muy acostumbrado a la cultura, la vive a diario. La respuesta del público aquí es incluso más bestia que la de Madrid. La gente se ríe y aplaude muchísimo. Eso no pasa en todas las ciudades. Y en cuanto a la salud del teatro, Valencia necesita un poco más de impulso. Se necesitan producciones públicas de calidad. En el teatro y también en el audiovisual. Talento hay a raudales, así que lo que falta es ese impulso. Muchas veces, el sector privado apoya mucho más a los artistas que el público.
-¿Y Madrid y Barcelona? ¿Hay algo que podamos aprender de ellos?
-Creo que allí se escucha más al sector artístico. Las entidades públicas tienen más comunicación con los teatros, preguntan qué es lo que hace falta y qué pueden aportar a partir de los medios de los que se dispone. A veces no hacen falta millonadas de dinero, sino tan solo querer escuchar y hacer equipo entre todos.
-Ha cultivado mucho más teatro que televisión. ¿Con qué se queda?
-Es que la respuesta del teatro es increíble. No es una pregunta fácil porque el audiovisual es precioso, pero el puntito que tiene el teatro no te lo da una cámara. Es algo único que solo pasa ese día a esa hora en concreto. Además, es un acto de entrega por parte de los actores, y también del público, que está ganando dinero y tiempo en desplazarse hasta el teatro. Se crea una especie de comunión muy bonita. En 'La función que sale mal' el público es indispensable.
–Da la sensación de que las plataformas potencian muchísimas series y pelis de baja calidad, que huyen un poco de todo este proceso actoral del teatro.
-Sí veo que las plataformas necesitan crear series o películas que atraigan a mucha gente. No puedo decir que se descuiden más unas que otras, sino que todo depende de la elección del público. Es cierto que mucha gente, de tan saturada que acaba de trabajar en el mundo en que vivimos, al llegar a casa solo quiere distraerse, entonces quizás le da igual ocho que ochenta.
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