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El arte visceral del escultor Vicente Ortí

El arte visceral del escultor Vicente Ortí

Medio centenar de piezas reivindican al artista de Torrent

César Campoy

Valencia

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Viernes, 27 de octubre 2017, 01:06

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«Mi único objetivo es sacar todo lo que tiene dentro el material con el que trabajo. Exprimirlo». La efusividad con la cual Vicente Ortí muestra su modo de vida, es decir, su amor exagerado por modelar madera, mármol, piedra y hierro, tan sólo llega a aproximarse a la pasión con que se entrega a su trabajo. «Es uno de los últimos escultores vivos», sentenció Martí Domínguez, el comisario de la exposición ‘Vicente Ortí. El intérprete de la materia’, una de las últimas muestras inauguradas en el Centro Cultural Bancaja de Valencia -permanecerá en cartel hasta finales de febrero del año que viene-, coincidiendo con el décimo aniversario de su remodelación.

El propio Domínguez, un apasionado de la obra de Ortí, fue tajante al afirmar que el escultor no ha tenido toda la suerte que merecía, ya que, a su juicio, sus creaciones deberían figurar en los más importantes museos del mundo. Analizada la exposición, sin duda, tal afirmación no resulta exagerada. Dispuestos de forma inteligente y sugestiva, el medio centenar de elementos invitan al visitante a discurrir por una suerte de bosque de tótems, en palabras de Domínguez, «muy similar al entorno de trabajo de Vicente. Con esta muestra queríamos captar esa sensación deslumbrante que uno siente al entrar en su estudio, pretendíamos despertar todos aquellos estímulos, incluso esa angustia inicial. Se trata de un viaje por un caos de piezas, fetichismos y colecciones inverosímiles de los que Ortí saca su imagen interior a fuerza de trabajar el material». Un viaje, en definitiva, que se adentra en todos sus «mundos y submundos».

El discurrir por ese mágico sendero se antoja, pues, embriagador: imponentes tótems de madera, cuerpos de mármol que invitan a la sensualidad, figuras de granito, los guerreros de hierro dispuestos en la propia mesa del estudio del artista, el yunque en el que los forja y, a modo de sorpresa final un gran dolmen de piedra que despide al extasiado viajero. «Este es el trabajo de una vida», afirmó un Ortí al cual se puede ver trabajar, a través de un montaje audiovisual, ensuciándose las manos, bregando con el material.

La retrospectiva que repasa la trayectoria del artista de Torrent, desde los años 70 del siglo pasado hasta la actualidad, en palabras deRafael Alcón, presidente de la Fundación Bancaja, pretende hacer justicia y reivindicar «esa manera magistral de tratar los materiales. Nos encontarmos ante un maestro», sentenció Alcón. Un maestro, en el sentido artístico, filosófico y terrenal, ya que Ortí, como recordó el comisario de la exposición, es uno de los profesores más solicitados y admirados de la Facultad de Bellas Artes de Valencia: «Muchos de sus alumnos aseguran que les ha hecho perder el miedo a dar ese primer golpe al mármol».

La de Ortí, sin duda, es una historia de superación. Sobre este punto, Domínguez incidió en reiteradas ocasiones, mientras establecía semblanzas con Chillida, Julio González, Brâncuși, los picapedreros del siglo XIV, los ebanistas artesanos y los forjadores de hierro. El comisario recordó los orígenes humildes del creador, aquella meningitis que le dejó sordo y que convirtió su infancia y juventud en una lucha vital cuando, siendo todavía imberbe, comenzó a trabajar como ayudante en una carpintería. Aquel primer contacto con la madera y el apoyo de un sacerdote de Vinalesa, Francisco Monfort, le empujaron definitivamente a tratar de plasmar todo su potencial en sus primeras esculturas. Comenzó así el camino hacia la interpretación de la materia, hacia esa continua batalla por trascender. Décadas después, las criaturas de Vicente Ortí se han contorneado por espacios de toda España, además de ciudades como Basilea, Nueva York, Montreal o Miami. Mientras tanto, el artista ha seguido dialogando con los elementos, desde una sensibilidad evidente, desde un espíritu de artesano, desde la visceralidad que le lleva a convertir mármol, hierro, madera y piedra en un intenso medio de comunicación.

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