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B. González
Xàtiva
Martes, 22 de abril 2025, 12:53
La mañana del 21 de abril fue muy triste para José Gascó Casesnoves. Se despertó con la triste noticia de la muerte del Papa Francisco. Para él, el fallecimiento del Santo Padre va más allá de lo que significa para un fiel más. «El Papa Francisco para mí ha sido un padre, un hermano mayor y un amigo», asegura.
Y es que la vida actual de este exsacerdote de Oliva y con gran parte de su familia (la materna) en Xàtiva, que vive en Roma con su familia, está ligada y relacionada a la amistad personal con el Pontífice, primero como Arzobispo de Buenos Aires y después como Papa. Por eso, en su relato se percibe, además de tristeza, admiración, mucho agradecimiento y mucho amor hacia una persona que le supo comprender y que le ha acompañado y ayudado no sólo en lo espiritual, sino en lo personal, y en lo material y mundano.
A pesar de ser consciente del estado de salud por el que atravesaba, «no te lo esperas, después de verle dando la bendición Urbi et Orbi», explica, pero se queda con todo el legado que le ha dejado, el personal y también en la iglesia y el mundo. «Ha sabido hacer del amor gestos concretos. Nos ha enseñado a amar en lo concreto y por eso es tan querido. Ha tenido el don del discernimiento y ver que el bien de la persona es más importante que el castigo. Por encima de la ley está el perdón y la misericordia y ha tenido la capacidad de darte una segunda posibilidad, que es lo que yo he vivido», asegura.
Y es que José conoció a Jorge Mario Bergoglio, cuando aún era Arzobispo de Buenos Aires, y él sacerdote. Fue en Madrid, cuando el entonces Arzobispo, recién nombrado Benedicto XVI como Papa, vino a dirigir unos ejercicios espirituales a los obispos españoles en la sede de la Conferencia Episcopal. A José le eligieron para que le acompañara durante esos seis días de estancia en la capital de España.
Se acababa de publicar un libro con la historia y los escritos espirituales de sus abuelos, Manuel Casesnoves y Adela Soldevila, y le regaló uno. «Pensé que ni se lo leería, pero cuál no sería mi sorpresa que antes de irse me dijo que le había servido para los ejercicios espirituales y que se daban todas las condiciones para que mis abuelos fueran considerados como un matrimonio santo, que tenía que iniciar el proceso para beatificarlos», y apunta que después le escribía desde Buenos Aires preguntándole cómo iba el proceso.
Eso fue en el año 2006 y hasta el 2013, año en el que fue nombrado Papa, José vivió unos años de reflexión sobre su vida sacerdotal y en los que quiso iniciar el proceso para la secularización. «El Papa me acompañó en ese proceso. Tras escribirle mi padre contándole lo que me ocurria, me llamó y me recibió en Santa Marta. Estuvimos dos horas hablando. Me dedicó su tiempo y me dijo unas palabras muy bonitas: «sigue el dictamen de tu corazón y de tu conciencia y deja que Dios te guíe»».
Incluso en ese tiempo de transición llegó a conseguirle trabajo como traductor de español en el 'Año de la Misericordia' que se iniciaba. «Se preocupó por la situación económica en la que me encontraba», asegura.
«Tuvo muchos detalles conmigo y con toda mi familia y gracias a él pude casarme por la iglesia con mi esposa, darnos la bendición, al igual que a mis tres hijos. Siempre que le he llamado o escrito me ha respondido, con su puño y letra. Nunca ha dejado de sorprenderme y lo mismo que me ha tratado a mí lo ha hecho con todo el mundo», subraya.
José Gascó sigue ligado a la iglesia a través de la educación. Imparte clases de religión en un colegio de la congregación de los Jesuitas, a la que pertenecía Francisco. Desde que fue hospitalizado, los niños salían cada día en peregrinación para rezar por él en la Plaza de San Pedro ante la estatua de San Juan Pablo II. «Yo le enviaba a su secretario una foto de ese momento y siempre nos respondía. Aún en la enfermedad, siempre tuve su respuesta», subraya.
Tras conocer su muerte, José no ha dejado de rezar por su descanso eterno. La noche de ese mismo lunes, se trasladó a la Plaza de San Pedro, con el rosario que Su Santidad le regaló, para rezar por él. «Apenas había gente. Sí muchos medios de comunicación y un silencio sobrecogedor. Mi idea es ir todas las noches a rezar allí, cuando la ciudad está más tranquila y acompañarle en este último momento. Me gustaría poder estar en el funeral. Le he mandado el pésame a su secretario, si buenamente me puede facilitar el poder estar y si no puede ser, lo seguiré desde lejos, como un fiel más».
José traslada que Roma estos días está muy triste, porque la figura del Papa es imprescindible. «Cualquier cosa que dice llega a cada rincón de manera directa. Eso lo sabía hacer de manera plástica y sencilla, tras el rezo cada domingo del Ángelus siempre decía que no nos olvidáramos de rezar por él y daba la bendición antes de la comida de cada domingo».
Para José supone una pérdida irreparable porque ha sido una figura muy importante en su vida, pero sabe que deja en él un legado que perdurará para siempre.
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