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La plaga

Arsénico por diversión ·

Si hay un lugar en el mundo que ha sido colonizado por el turismo de peor condición ese es Venecia

María José Pou

Valencia

Viernes, 15 de noviembre 2019, 07:41

Decía Paul Bowles que una cosa es ser turista y otra, ser viajero. El primero recorre algunos lugares y vuelve a casa rápidamente; el segundo no tiene prisa en volver. Cuando viajo, pienso a menudo en esa diferenciación. No soy viajera, aunque me gustaría, pero me resisto a verme como turista, aunque me comporte con uno de ellos. Es una incoherencia particular, totalmente desgarradora, que no consigo superar. Procuro conocer el entorno, disfrutar de sus costumbres, comidas y gentes sin la superficialidad de tomar unas fotos y marcharme, pero no consigo renunciar a sus tics, en el afán por visitar demasiados sitios en tan poco tiempo de vida.

En las ciudades que adoro, veo a los turistas como una plaga, como las palomas que se posan en los edificios históricos, monumentos y estatuas, poniéndolas perdidas y deteriorándolas cada día más. Como el turismo, el corto plazo nos hace ver su presencia amable, curiosa, entrañable para los niños y poética para los adultos. Quienes las sufren a diario saben lo que hay detrás de esa imagen bucólica. Las palomas son un problema para el patrimonio. Con los turistas pasa algo semejante. El corto plazo es rentable: dejan riqueza en las ciudades. El largo, en cambio, obliga a replantearse su masificación, su reiteración de costumbres y su tendencia a no cuidar, como si fuera propio, aquellos sitios por los que pasan.

Uno de ellos es Venecia. Si hay un lugar en el mundo que ha sido colonizado por el turismo de peor condición ése es Venecia. Visitarla es ser obligado a contemplar cómo millones de turistas de bocata en cualquier escalón y papeles en el suelo, fuerzan a una gran dama contra su voluntad. Es una «manada» cultural que abusa de una ciudad con más valores que un cuerpo precioso. Venecia no es solo un decorado romántico pero eso es, al final, lo que muchos andan buscando. En cuanto tienen la foto, quedan satisfechos y la abandonan.

Ese abuso continuado está deteriorándola y provocando que se agraven los riesgos que otros factores, como el cambio climático, producen en la ciudad de los canales. Lo estamos viendo estos días con la subida del nivel del agua hasta inundar casas, comercios, templos y palacios. Una de las razones, según los expertos, es el paso continuado de grandes cruceros. Hasta hace bien poco aún cruzaban el Gran Canal, pero los percances más recientes que estuvieron a punto de causar víctimas o destrozos importantes llevaron a prohibir una actividad a todas luces invasora y peligrosa para la capital del Véneto. La turismo low cost ha facilitado que no sean solo los ricos quienes tengan ocasión de conocer esas joyas, pero de seguir la tendencia, ni todo el dinero del mundo conseguirá que prevalezcan frente a sus enemigos ambientales o humanos. El dilema está servido: preservar frente a rentabilizar. La respuesta debería equilibrarlos y conservar este patrimonio para disfrute de muchas generaciones.

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