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Septiembre impone su propio vocabulario: aulas, barracones, despertador, facturas, dieta, rutina... Todos estos términos surgirán hoy en las conversaciones en la puerta del colegio, el descanso en la oficina o la sala de espera del centro de salud. Posiblemente surgirán en las noticias del día junto con listeriosis, Camilo Sesto, elecciones, Rafa Nadal, 'procés', 'Brexit', Bruselas, etcétera. Lo que hacemos nos define como personas; lo que decimos y opinamos (en teoría como consecuencia de un ejercicio de reflexión) nos sitúa en sociedad. El silencio, por supuesto, también es un posicionamiento, como la indiferencia. Escribió Eduardo Galeano que «somos las palabras que cuentan lo que somos». Quizás el autor uruguayo no iba desencaminado, algo que explicaría no sólo que los poderosos hablen con la mandíbula afilada, sino que apenas se alcance a oír la voz de los débiles. La palabrería de los políticos mejor ni mentarla porque tiende a estar vacía, como los vocablos que emplean los que militan en el desinterés y en la tibieza.

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