A propósito del Puerto
Ayer se firmó un convenio sobre Nazaret con trampantojo: se cambia el uso del suelo pero no se le devuelve a la ciudad
Sacar un cajón de naranjas al escenario del Oceanográfico es bonito como símbolo; pero bastante inocuo, pienso yo, para los que están aguantando el chaparrón. Como enarbolar a estas alturas la bandera del anticatalanismo, que es un problema, no digo que no, pero que ni de lejos basta para reconquistar el poder perdido en 2015, bajo aquella lluvia de azufre que unos prepararon, otros alentaron y la mayoría vimos caer, demasiado callados y estupefactos, demasiado incrédulos y equidistantes.
Si es muy difícil ser oposición, porque ha habido meses en que no se oía ni una queja ni una idea, darle la vuelta a esta tortilla electoral es cosa de titanes. Si el PP llegó a la cumbre del 57% de los votos en el año 2007, ahora se mueve en una expectativa del 15%, en un paisaje que obliga a pensar siempre en tres partidos; de modo que reivindicar el patrimonio del pasado es una necesidad pero es, desde luego, un reto que obliga a ir mucho más allá de las navelinas y la cuatribarrada, mucho más incluso que la justa apelación a la libertad de elección de aula.
El viernes, la Autoridad Portuaria abrió el año disparando calibre electoral grueso: «El Puerto de Valencia destina 230.000 metros cuadrados para usos ciudadanos frente al barrio de Nazaret», decía la nota oficial del trampantojo. Y ayer, cuando el Ayuntamiento y la institución portuaria firmaron el consiguiente convenio, se empezaron a ver claras tres cosas: que esa parte tan maltratada de la ciudad puede cambiar en el futuro; que el Puerto ha hecho al fin un mínimo gesto de agradecimiento hacia la ciudad; y... que en el Ayuntamiento de Valencia, decididamente, no ha existido apenas oposición.
Porque no se mira 'el culo' de los documentos. Porque nadie, hasta ahora, ha señalado que lo que hace el Puerto no es devolver a la ciudad espacio ocupado que no necesita, sino ceder derecho de uso reservándose la propiedad. No, esto no es igual que cuando el Estado cedió el viejo cauce del Turia a Valencia en 1976; el Puerto, ahora, no cede, no devuelve, no regala a la ciudad 230.000 metros cuadrados como nos dicen, sino que cambia el destino del suelo sin 'soltar el bocado' de la propiedad. Como ha hecho en la parte mayor de la Marina. Pero lo que ocurre es que el asunto no lo está viendo una oposición ensimismada en el carril-bici. ¿Se ha reparado en que buena parte de ese espacio, con Benimar dentro, se cederá al Levante UD? ¿Ha preguntado alguien si esa parcela, la mayor, será accesible para el vecindario en el futuro?
Queda mucho, muchísimo por rascar. Por definir, por opinar y debatir. No basta con enseñar naranjas ni banderas. Basta tener que ir al tanatorio y estacionar entre baches para comprender el bajón de Valencia en apenas cuatro años. María José Català aspira a gestionar una ciudad mucho peor dotada, mucho más dejada y degradada que Torrent. Y los milagros escasean.