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¿Qué vais a hacer?

El gobierno municipal afronta el último año completo del mandato con la mayor inversión de la historia del Consistorio

Paco Moreno

Valencia

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Lunes, 2 de abril 2018, 11:23

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¿Qué vais a hacer? pregunta Al Pacino a sus jugadores en la película 'Un domingo cualquiera' después de la charla motivacional más famosa de la historia del cine. La misma podría hacer el alcalde Joan Ribó a los 16 concejales de Valencia que le acompañan en el gobierno municipal, a la vista de los 147 millones de euros que tienen en inversiones este año.

La cifra fue destacada por el portavoz del grupo popular Eusebio Monzó en el pleno celebrado el pasado miércoles, en el debate sobre la aprobación del Gobierno de la utilización del dinero sobrante del presupuesto de 2017. Junto a lo que queda del año anterior y lo de este ejercicio, seguramente nos vamos a la cantidad más alta de la historia del Consistorio.

Y todo eso a un año de que finalice el mandato y haya que rendir cuentas a los electores. La presidenta de la Federación de Vecinos, María José Broseta, pedía ayer en estas mismas páginas más velocidad al Ayuntamiento a la hora de ejecutar proyectos. La lógica desventaja de un tripartito es que sin coordinación todo se va al garete y con un porcentaje de inversiones acabadas el pasado año que roza la mitad del dinero disponible, el asunto no tiene buena pinta.

Hay personal y en cantidad suficiente. En cada junta de gobierno, como la celebrada el pasado jueves, el goteo de contratación de interinos es continuo. Otro asunto distinto son los procesos de oposición pero plantilla para gestionar más recursos hay en cantidad muy superior a lo que sucedió el anterior mandato, en plena crisis económica. Ya no hay excusas.

Tampoco con los plazos del Gobierno para utilizar el sobrante del pasado año. ¿Los 62 millones de euros tienen ya destino conocido? Si la respuesta es afirmativa, entonces los proyectos deberían salir en cascada para tenerlo todo aprobado y a punto de caramelo. La reforma de la Ley de Contratos del Sector Público deja poco margen a los contratos menores, pero hay otras maneras de acelerar las inversiones.

Las elecciones municipales serán en mayo de 2019, aunque todo el mundo sabe que el gobierno tripartito tiene como mucho hasta marzo para rentabilizar la lluvia de millones conseguida gracias a los mayores ingresos por la salida de la crisis y, también hay que decirlo, el incremento de la recaudación por la lucha contra el fraude y la eficacia a la hora de aumentar el cobro.

Ese plazo podría acortarse con las lógicas fricciones entre los tres partidos socios de gobierno, cada uno con intereses electorales distintos y, también hay que señalarlo, mordiendo los tobillos al 'compañero' de gobierno en la competencia por un electorado similar.

Estos casi tres años no han faltado ejemplos de esto último. La probable cabeza de cartel socialista, Sandra Gómez, ya ha movido ficha con el nombramiento de un portavoz en el PSPV, Borja Sanjuán, que se dedicará prácticamente en exclusiva a separar cada vez más el discurso de su jefa de Compromís. Al otro lado de la mesa (de la junta) María Oliver tiene experiencia sobrada en ser la 'outsider' del gobierno tripartito. Tarde o temprano tendrá sobre la mesa el asunto del hotel de la Marina, que rechazó en el consejo del Consorcio, donde tendrá que seguir el criterio del alcalde y estampar su firma en el expediente como delegada de Gestión de Patrimonio.

Tampoco descarto que València en Comú intente aplicar más presión desde el gobierno municipal a proyectos como la ampliación de la V-21 o las viviendas previstas en los solares públicos del Parque Central, donde no están dichas las últimas palabras ni mucho menos. Visto cómo se ha acordado la aportación del Consistorio a la Copa Davis, un auténtico dislate por los complejos del tripartito con los grandes eventos, en este caso en una plaza de toros, no hay que descartar nada en cuanto a salidas de tiesto en otros asuntos.

Un ambiente que se irá enturbiando mucho más de lo que sucedió en 1995 entre el Partido Popular y Unio Valenciana, donde el pacto aquel año fue que cada uno capitalizaba inversiones distintas en función de las concejalías que gestionaba. Este gobierno no inaugura, pero el problema es que entorpezcan proyectos de ciudad por cuestiones tan básicas como infraestructuras que deben consensuarse y respetarse de un mandato al siguiente.

Y todo esto cuando sobre la mesa se encuentran las mayores inversiones del Consistorio en la historia reciente. La petición de Monzó de planificar la ejecución de ese gasto está bien tirada, sobre todo si ocurre lo mismo que el pasado año cuando se llegó a la mitad. El que avisa no es traidor.

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