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SR. GARCÍA
CUANDO MONTORO SALVÓ AL BOTÀNIC

CUANDO MONTORO SALVÓ AL BOTÀNIC

Sala de máquinas ·

Soler intenta eludir la negociación de los Presupuestos para no tener que pelearse con Compromís y Podemos

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Lunes, 14 de octubre 2019

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Vamos a terminar aquí dando por válido lo del cine: nunca segundas partes fueron buenas. O a la inversa, dicho a lo Gracián: lo malo, si poco, no tan malo. Pero en la Comunitat vamos ya por la segunda taza de sopicaldo botánico y como que no quedan muchas ganas de seguir tragando tanto aguachirre retórico, como el que se queda flotando en la arenga palaciega del 9 d'Octubre (mientras recobra el dulzor de los tiempos campistas); es un blablablá estancado en las páginas de la prensa como si fueran las aguas enfermas de la Albufera, y entonces llaman a los del incensario mediático, pero a ver es un olor que no se va, por mucho ambientador que se compre con las subvenciones.

El Consell, lejos de ir tomando impulso, un semestre después de las elecciones arroja señales cada vez más insistentes de escasa vitalidad, de una falta de cohesión que puede zanjarse con un sonoro fracaso si no recuperan pronto el rumbo o la iniciativa. No es que las cuatro o cinco fuerzas del multipartito vayan cada una a la suya, es que van a la contra; se acabaron aquellos cantos de amor fraterno fruto de la victoria de 2015. Desde el adelanto electoral Compromís ya no se hermana con el PSPV y con el 10-N Podemos no soporta a los nacionalistas ni en la distancia. El Consell es un parlamento en sí mismo, de fuerzas hostiles y enfrentadas, que se vigilan y sólo se ponen de acuerdo para los intereses comunes, o sea los sillones y el parné. Guardan las formas casi siempre, pero cada cual actúa por su cuenta o no actúa, en todo caso frenándose unos a otros, como jugadores que empujan en sentidos contrarios.

Esta es la razón por la que el sector dominante, el PSPV, pretende la desfachatez de prorrogar los presupuestos de 2019 en lugar de presentar unos nuevos para 2020. Resulta de una caradura asombrosa, incluso para lo que estamos ya acostumbrados, un golpe de mano que acabará definitivamente con el prestigio intelectual y personal, no ya político, del conseller Vicent Soler por un acto tan irresponsable y despreocupado. Un gobierno prorroga los presupuestos ante una causa mayor y cuando no cuenta con apoyos parlamentarios. Pero el Botànic II acaba de salir de las urnas con una mayoría sobrada en Les Corts; no tiene pues un problema con la oposición, sino con los propios integrantes del Consell, con los otros aspirantes a repartirse el pastel. Soler intenta eludir la negociación de los Presupuestos para no tener que pelearse con sus compañeros de Podemos y Compromís y rehuir además el debate diabólico de los recortes, conforme al dicho castellano (con perdón) de que «muerto el perro, se acabó la rabia».

Hace unas semanas apuntamos que Soler se había equivocado de cargo al dimitir a principios de septiembre, cuando renunció a su acta de diputado en lugar de abandonar la cartera de conseller. Soler, sin duda, contra Rajoy vivía mejor igual que antes contra Franco vivió mejor. Aquello le daba sentido mayor a su ser y a su causa, al tiempo que le ahorraba exponerse a las contradicciones de la socialdemocracia nacionalista. Y además le evitaba reñir con los compañeros de viaje de las otras izquierdas. Porque Soler derrocha una enorme energía para pelearse con las derechas o la españolidad, resulta infatigable y puntilloso, pero sufre muchísimo cuando el combate se vuelve interno, hacia adentro. Mónica ha conseguido romperlo. Quizá todavía no esté arrepentido de haber continuado en política tras el 28-A, pero acabará estándolo; otro que no hizo caso a tiempo a las señales y cada vez irá a peor.

Mientras el Consell vivió contra Cristóbal Montoro todo fue rodado. El ministro de Rajoy era, al decir de Vicent Soler y sus colegas botánicos, un maltratador, un estafador y un chantajista. Todo junto. Ah, y un centralista, un centralista de Jaén, aceituneros altivos. Tuvo que irse Montoro y venir la socialista Montero para descubrir que a) el ministro del PP salvó a las comunidades autónomas (especialmente a la valenciana) gracias al invento del FLA, b) el último Presupuesto del PP será utilizado con buen provecho durante dos ejercicios por el Gobierno de Pedro Sánchez y c) el hecho de que Sánchez se sirva del Presupuesto de Montoro de 2018 le da excusa a Soler para no presentar su propio presupuesto autonómico en 2020. Ya hemos visto que Sánchez ha logrado convertir a Francisco Franco en candidato electoral para que le ayude a ganar el 10-N, pero es que Puig y Oltra (a propuesta de Soler) debieran hacerle a Montoro, si no hueco en sus listas, sí al menos un acto de reparación por lo mucho que le deben; primero al atacarlo y después heredándolo.

Insistamos en que Soler se juega su credibilidad académica y profesional. Toda una vida en la universidad será discutida si remata las licencias antitécnicas que se viene tomando desde que desempeña la cartera de Hacienda. Mal pase tiene que desde que manda todos los años se haya inventado unos ingresos de 1.300 millones de euros para que le cuadren las cuentas (así es conseller cualquiera), otro hallazgo que no es suyo, por cierto, sino de Juan Carlos Moragues cuando trabajaba para Alberto Fabra. Cuando un exdecano de la Facultad de Economía es capaz de inventarse 1.300 millones de ingresos falsos y no avergonzarse ya puede con todo. Ya puede decir también que los recortes presupuestarios de 365 millones exigidos por el Gobierno socialista no son recortes, en realidad son (¿cómo los podemos llamar?) inversiones descontadas, o gastos mejorados, o presupuesto social programado, o más bien «¿por qué narices no seguirá Montoro de ministro?». Porque fue irse el pepero y quedarse afónicos en la Generalitat, írseles todo el ardor fogoso de golpe, con el problema de que en política todavía no se ha inventado la viagra para salir de los bajonazos. Fue irse el PP y venir el PSOE y nada cambió en Madrid con respecto a la Comunitat; igual trato o igual indiferencia. Donde todo cambió fue aquí dentro. El PSPV se quedó sin potencia discursiva, bajonazo, la Mesa de la Financiación lleva ocho meses sin reunirse, ocho meses sin que la CEV, UGT y CCOO le hagan palmas a los quejíos de Vicent Soler, que ya no se queja, como para pensar en montarle una manifestación a Pedro Sánchez por las calles de Valencia. Esto, en definitiva, ya no es lo que fue. Cristóbal Montoro se jubiló, le hicieron un ERE parlamentario, y ahora a sus detractores de la Comunitat les puede la nostalgia, se han quedado sin el combustible que les movía a rebato y a falta de otras ideas, ahora están en la cosa de la paguita: el número de altos cargos ha subido casi un 50% y se proponen también nombrar a dedo a todos los directivos del sector público. Siguiendo un principio de ciencia política que se usa mucho por el sur peninsular: «esto es Cádiz y aquí hay que mamar». Con Montoro o con Montero.

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